martes, 6 de diciembre de 2022


Los emperadores del siglo II.
Dos años nada más duró el mandato de Nerva (96-98), quien restableció escrupulosamente las prerrogativas senatoriales. Su sucesor Trajano (98-117), primer emperador no italiano (había nacido en Hispania), conquistó la Dacia (actual Rumanía) y la convirtió en provincia romana después de dos guerras (101-105). Anexionó también Arabia, Armenia, Mesopotamia y Asiria, llevando la frontera del Imperio hasta el río Tigris (113-116). Trajano fue el último de los Césares conquistadores y bajo su mando el territorio dominado por Roma alcanzó su máxima extensión. Pero la política expansionista causó grave quebranto en las finanzas. Aunque no persiguió abiertamente a los cristianos, Trajano los vigiló con recelo por considerarlos un peligro público.
De origen hispano era también el siguiente emperador, Adriano (117-138), quien, resuelto a tener un gobierno pacífico, hizo retroceder la frontera oriental al río Éufrates y firmó un tratado de no agresión con los partos. Visitó los rincones más apartados del Imperio, construyó una muralla defensiva en Britania ("Muro de Adriano"), fundó una colonia en Jerusalén, terminó el templo de Zeus en Atenas y emprendió multitud de obras públicas. Los únicos disturbios producidos durante su gobierno fueron los provocados en Mauritania (122) y en Judea (132-135), así como la invasión de Capadocia por los alanos (135). El carácter reflexivo y tolerante de Adriano lo convierte en uno de los emperadores más beneficiosos que tuvo Roma.
Bajo el mandato de Antonino Pío (138-161) siguió consolidándose la ocupación de Britania. Hubo esporádicas persecuciones contra los cristianos, pero el gobierno, en líneas generales, se mantuvo en una línea de orden y de prosperidad, viéndose alterado únicamente a su final por una nueva guerra contra los partos.
En todos estos casos, a partir de Nerva, la "adopción" había dado buenos resultados como forma de designar al sucesor al frente del Imperio. Marco Aurelio (161-180) es el último emperador del período romano de mayor brillantez. Compartió el poder con Lucio Vero hasta que éste murió en 169. Gran amante de la filosofía y partidario de la política pacifista, Marco Aurelio se vio no obstante obligado a vivir casi en continuas luchas, pues a la guerra contra los partos, que duró hasta 165, siguió una invasión de germanos en las provincias del Danubio que se prolongó 9 años (166-175). Aunque los invasores fueron derrotados, se les permitió establecerse dentro de los límites del Imperio. Una rebelión en Siria y nuevas incursiones germánicas, empujadas por otras tribus bárbaras procedentes del Norte y del Este de Europa, ensombrecieron los últimos años del siglo II. Marco Aurelio murió sin que la estabilidad en las fronteras hubiera quedado asegurada.
A las biografías de Adriano y de Marco Aurelio se dedicarán los siguientes capítulos de esta serie.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Soldados romanos, relieve de la época imperial.

domingo, 6 de noviembre de 2022


 

La dinastía Flavia.
Flavio Vespasiano, que gobernó del año 69 al 79, fue un enérgico emperador caracterizado por la austeridad en la administración de las finanzas, aunque para restaurar la calamitosa situación del Tesoro tuvo que crear muchos nuevos tributos. Deseoso de acallar las críticas implantó la censura y expulsó de Roma a los filósofos estoicos. Durante su mandato se inició la construcción del Anfiteatro Flavio, conocido más tarde como "Coliseo". En el exterior, Vespasiano fortificó la línea fronteriza del Rin, concedió autonomía a la provincia griega de Acaya y ocupó Capadocia y Comagene en Asia Menor, mientras que su hijo Tito conquistaba Jerusalén (70), poniendo fin a la rebelión judía iniciada en tiempos de Nerón.
A la muerte de Vespasiano, el propio Tito le sucedió en la dirección del Imperio. Muerto a su vez Tito a causa de una epidemia de peste, su brevísimo gobierno (79-81) dejó sin embargo muestras de un carácter benevolente y de preocupación por mejorar a los más desfavorecidos. El general Julio Agrícola ensanchó los límites de la provincia de Britania. En el año 79, una violenta erupción del volcán Vesubio destruyó las ciudades de Pompeya y Herculano.
De temperamento bien distinto resultó ser el siguiente emperador, Domiciano, hijo también de Vespasiano y hermano de Tito. Durante los 15 años de su gobierno (81-96) se vieron severamente limitados los poderes del Senado y el despotismo se extendió hasta convertirse en un ejercicio del poder por medio del terror, en parte por la obsesión de acabar a toda costa con las conspiraciones. Los cristianos y otros grupos religiosos fueron perseguidos. El Imperio experimentó importantes reveses en Dacia y en Germania, aunque Agrícola continuó su exitosa campaña británica llegando hasta Caledonia (la actual Escocia). Un complot de senadores y miembros de la guardia pretoriana acabó con la vida de Domiciano y, con ella, con la dinastía Flavia.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Carrera de cuadrigas en el Circo Máximo.

sábado, 8 de octubre de 2022


 

Tiberio y sus sucesores.
Tiberio, hijo de Livia, segunda esposa de Augusto, sucedió a éste como emperador. Durante su reinado (14-37 d. C.), el Imperio no sufrió alteraciones territoriales. La línea fronteriza con los germanos se hizo retroceder del Elba hasta el Rin, por motivos de seguridad. Se produjeron revueltas en África (17-24), Galia (21) y Tracia (26), todas ellas sofocadas fácilmente. Tiberio, de sombrío carácter, fue un riguroso administrador de las finanzas públicas, pero suspendió la celebración de comicios y transfirió al Senado las competencias electorales. La guardia pretoriana se acuarteló por vez primera dentro de Roma (hecho que iba a adquirir una trascendental importancia en el futuro) y su comandante, Elio Sejano, ejerció abusivamente el poder mientras el emperador se retiraba a la isla de Capri. Los juicios por crímenes de "lesa majestad" fueron numerosos. Acusados de conspiración, Sejano y sus partidarios fueron a su vez ejecutados el año 31, y desde esa fecha hasta el final de su mandato Tiberio gobernó en Roma por medio del terror.
Cayo Calígula era hijo de Germánico, un sobrino de Tiberio. Su reinado (37-41 d. C.) se caracterizó al principio por el buen criterio de no anexionar nuevas provincias y aumentar a cambio el número de reinos aliados de Roma. Sin embargo, los accesos de locura del emperador hicieron derivar su mandato en una cruel tiranía: las arbitrariedades, extravagancias y asesinatos se hicieron tan insoportables que los propios pretorianos acabaron con su vida.
Claudio fue nombrado emperador por aclamación de la guardia imperial, el primero que subió al trono de este modo, y se mantuvo en el poder desde el año 41 al 54. Hermano de Germánico, toda su vida se había dedicado a los estudios históricos, desentendiéndose de las intrigas políticas. Bajo su reinado, Tracia y Britania se convirtieron en provincias romanas, la última tras una campaña militar emprendida por el propio emperador, y también se consolidó el dominio de Macedonia. En general, Claudio resultó un notable gobernante querido por el pueblo. Sólo al final de sus días las querellas familiares complicaron y dañaron su reputación, al verse obligado a ejecutar a su tercera esposa, Valeria Mesalina, a causa de la conjura que ésta había urdido con uno de sus amantes para derribar al propio Claudio.
El último emperador de la dinastía Julia-Claudia fue Nerón, que también alcanzó el poder por proclamación de los pretorianos. Su gobierno (54-68) no disgustó en general a las provincias, si bien las continuas dilapidaciones dejaron exhausto el erario. Se combatió con éxito a los partos (58-62), la rebelión de la reina Boadicea fue derrotada en Britania (61), Armenia se convirtió en reino aliado (63) y los judíos se sublevaron (66) antes de ser sometidos de manera sangrienta. En el año 64 se produjo un gran incendio en Roma y, a raíz de él, tuvo lugar la primera gran persecución contra los cristianos, causando la muerte de numerosos adeptos de la nueva religión. Los excesos despóticos de Nerón y la ejecución de sus opositores (Séneca, Lucano y Petronio se contaban entre ellos) provocaron finalmente un golpe de Estado por parte de varios gobernadores y generales (68), después del cual el emperador se vio forzado a suicidarse.
A continuación, Galba, gobernador de una de las provincias de Hispania, fue proclamado emperador por sus propias legiones, pero las fuerzas acantonadas en Germania hicieron lo mismo en favor de Vitelio. Al llegar Galba a Roma, la guardia pretoriana lo asesinó y nombró en su lugar a Otón. Vitelio, sin embargo, derrotó cerca de Verona a las tropas de Otón, que se suicidó, y poco después el ejército de Vitelio caía cerca de Cremona frente a Flavio Vespasiano, general que había sido proclamado emperador en Alejandría. Vespasiano dominó finalmente la anarquía y en el año 69 inauguraba con su persona el periodo de la dinastía Flavia.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: El incendio de Roma (64 d. C.).

domingo, 4 de septiembre de 2022



OCTAVIO AUGUSTO (63 a. C.-14 d. C.) fue el primer emperador de Roma. Era sobrino nieto de Julio César (quien le acogió en adopción) y a su nombre original, Cayo Octavio, se le unió el título de Augusto ("el Venerado") otorgado por el Senado el año 27 a. C. Octavio se encontraba estudiando en Apolonia (Albania) cuando se enteró del asesinato de su padre adoptivo, César (44 a. C.). Decidido a reclamar su herencia, el joven marchó a Roma y, desoyendo el consejo de sus familiares, empezó una intensa actividad política. Hizo valer su candidatura al consulado, que el Senado aceptó a pesar de su irregularidad. Octavio combatió las pretensiones de Antonio, pero después se alió con él y con Lépido, constituyendo el llamado "Segundo Triunvirato", un pacto que habría de durar cinco años. Los triunviros, dueños del poder, proscribieron a todos sus enemigos, ejecutaron a no pocos de ellos (Cicerón fue una víctima de esta purga) y confiscaron sus bienes a más de 2.000 caballeros y a 300 senadores.

En el año 42 a. C., Octavio y Antonio vencieron a los asesinos de César, Bruto y Casio, en la batalla de Filipos (Grecia). A partir del año siguiente, los triunviros se repartieron el mando del Imperio romano: Octavio se quedó con Occidente, Antonio con Oriente y Lépido con la provincia de África. En el año 36, después de derrotar en Sicilia a los últimos partidarios de Pompeyo, Octavio destituyó a Lépido, a quien permitió continuar en Roma como Pontífice Máximo, únicamente responsable de los asuntos religiosos. Mientras tanto, las relaciones con Antonio habían empeorado mucho. La ruptura definitiva se produjo cuando éste repudió a su esposa Octavia, hermana de Octavio. Estallada la guerra por el poder supremo, Antonio se acantonó en Egipto y se alió con la reina Cleopatra (haciéndose también su amante, a semejanza de Julio César). Sin embargo, en la batalla naval de Accio (31 a. C.), Octavio derrotó contundentemente a sus enemigos. Al año siguiente ocupó Egipto, donde las muertes de Antonio y de Cleopatra le dejaron como dueño indiscutible del Imperio romano.
Octavio regresó a Roma en 29 a. C., celebrando un triunfo apoteósico. En 27 a. C., ya convertido en Augusto, resignó sus poderes extraordinarios y los puso a disposición del Senado, el cual le pidió que los aceptase por diez años más, plazo que fue objeto de sucesivas prórrogas hasta el fin de sus días. Los últimos años de Augusto se vieron ensombrecidos por los problemas de su numerosa familia y por la desastrosa derrota sufrida por las legiones de Varo en el bosque de Teutoburgo (Germania), el año 9 d. C.
Aunque de hecho gobernó como un monarca absoluto, Augusto siempre manifestó que detentaba el poder por voluntad del pueblo. Ejerció el consulado 13 veces y su autoridad descansaba realmente en la aquiescencia de la asamblea senatorial, que después de casi un siglo de discordias civiles no se encontraba con fuerzas para oponerse. El mando sobre todos los gobernadores provinciales y sobre las legiones, y la suprema potestad para convocar al Senado, proponer leyes y dirigir la política romana son características del "Imperio" ejercido por Augusto.
Su larga administración (29 a. C.-14 d. C.) se caracterizó por la reforma de las provincias, la regulación de los impuestos, la restauración de la justicia y el restablecimiento de la paz y el orden en todo el mundo romano. El Imperio se consolidó dentro de sus límites naturales: el Atlántico al Oeste, el desierto del Sahara por el Sur, el río Éufrates al Este y los ríos Danubio y Rin por el Norte. La propia Roma se reconstruyó y ennobleció gracias al urbanismo y a las construcciones con mármol. Las Letras encontraron en Augusto al mejor de sus protectores: Horacio, Virgilio, Livio y otros muchos escritores recibieron el estímulo de su ayuda y su recompensa. Se rodeó de colaboradores tan valiosos como Agripa y Mecenas. Si bien en su juventud de triunviro, acuciado por el deseo de eliminar toda oposición, cometió vituperables excesos, la nota dominante del carácter de Augusto (que trasladó a su gobierno) fue la de una calculada y práctica moderación.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Octavio Augusto (63 a. C.-14 d. C.).

sábado, 6 de agosto de 2022


 

El gobierno de Augusto.
Octavio recibió el título de "Augusto" y acumuló sobre su persona los poderes de todas las magistraturas: el "poder tribunicio", que le confería el derecho al veto y la presidencia de los comicios y del Senado; el "imperio proconsular", que le erigía en jefe supremo del ejército en Italia y en las provincias; y el "pontificado", por el que se convertía en guardián y jefe máximo de la religión oficial romana. Estos tres poderes supremos constituirían la base del gobierno de los futuros emperadores. En el año 27 a. C. se estableció una división de las provincias: las pacíficas eran gobernadas por procónsules de mandato anual nombrados por el Senado; las no pacíficas, por legados y propretores designados por el emperador por tiempo indefinido y enteramente responsables ante él.
Augusto es generalmente considerado como el primer emperador romano, que inicia, lo cual es novedoso en la historia de Roma, un largo período de paz (la "pax augusta"), sólo interrumpida por esporádicos conflictos bélicos de escasa importancia, a los que pertenecen los desastres militares sufridos por Lolio en la Galia (16 a. C.) y por Varo en Germania (9 d. C.).
Después de dos siglos de luchas contra las tribus celtíberas se completó el dominio de Hispania. Iniciada en 218 a. C., en tiempos de Aníbal, la conquista acabó en 19 a. C. con la última guerra contra los cántabros y astures. Episodios memorables de esta prolongada pugna fueron la guerra de Numancia (153-133 a. C.), la sublevación del lusitano Viriato (145-139 a. C.) y la guerra contra Quinto Sertorio (80-72 a. C.), antiguo lugarteniente de Mario que lideró a los celtíberos en su intento de liberarse de Roma.
Durante el mandato de Augusto se anexionaron al Imperio: Egipto (30 a. C.), Galacia y Licaonia (25 a. C.) y Mesia (29 a. C.). Se aseguraron también los distritos alpinos y la línea del Danubio por medio de provincias subordinadas. Así, además de las cuatro provincias gálicas (Narbonense, Lugdunense, Aquitania y Bélgica), dos distritos de la orilla izquierda del Rin (Germania Superior y Germania Inferior) tenían asignadas legiones especiales, aunque para ciertos casos pertenecían a Bélgica. Los Alpes Cotios constituían un reino cliente (8 a. C.) y los Alpes Marítimos eran gobernados por un procurador (14 a. C.). Panonia se organizó por el año 9 d. C.; Nórica se hizo reino cliente con un procurador romano residente (15 a. C.); y también Retia fue gobernada por un procurador. Al anexionarse Tracia en el año 46 d. C. se completó la cadena de las provincias danubianas.
A la biografía de Octavio Augusto se dedicará el siguiente capítulo de esta serie.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Recreación pictórica del Foro romano en tiempos de Augusto.

domingo, 10 de julio de 2022

 


Los sucesores de César.
Julio César había ejercido una dictadura casi continua desde finales del año 48 a. C., pero la vieja constitución republicana seguía todavía vigente y Marco Antonio, cónsul en 44, trató de continuar la política de César y conservar el poder, aunque fue declarada ilegal la dictadura. Antonio se hizo con una fuerte guardia personal y obligó al Senado a entregarle la provincia de Macedonia con las legiones que César había estacionado en ella para su expedición a Oriente, provincia que luego cambió por la de Galia Cisalpina (norte de Italia). Pero ésta se hallaba en poder de Décimo Bruto (uno de los asesinos de César), que le cerró la entrada. Los senadores, instigados por Cicerón, encargaron a Octavio, sobrino nieto y heredero de César, y a los dos cónsules del año 43 que acudieran a socorrer a Bruto, que se hallaba cercado por Antonio en Módena. Roto el cerco y derrotadas sus fuerzas, Antonio se vio obligado a retirarse a la Galia Transalpina (sur de Francia). Pero, caídos en la batalla ambos cónsules, gran parte del ejército se negó a seguir a Décimo Bruto en su persecución de Antonio y se pasó con armas y bagajes a Octavio, que ahora avanzaba sobre Roma para exigir el consulado que en primera instancia le negara el Senado.
Habiéndolo conseguido, así como la condena de los conjurados contra César, Octavio formó con Antonio y Lépido un nuevo triunvirato, legalizado después por cinco años, y aplastó en la batalla de Filipos (42 a. C.) a la única oposición efectiva, acaudillada por Marco Bruto y Casio, asesinos de César, que hasta ese momento detentaban las provincias de Macedonia y Siria. Repartido el poder entre los triunviros, Antonio se encargó del Oriente, especialmente Siria, que amenazaban los partos, mientras que Octavio volvía a Roma para gobernar el Occidente y a Lépido se le asignaba África con seis legiones. Pero Antonio se encontró con la reina Cleopatra en Tarso y, cediendo a sus encantos, la siguió a Alejandría, donde actuó como su completo servidor, lo que ofendió el sentimiento romano gravemente, pues parecía querer trasladar el centro del Imperio a Egipto mientras descuidaba su misión principal de defender la frontera oriental contra los partos.
Octavio, en tanto, tenía que habérselas con Sexto Pompeyo, que, dueño de Sicilia y Cerdeña y de una flota poderosa, amenazaba con reducir a Italia por medio del hambre. También tuvo que subyugar, personalmente o por medio de sus legados, a los dálmatas y a algunas tribus alpinas peligrosas. En el año 36, Sexto Pompeyo fue obligado a huir a Asia y Lépido fue eliminado del tablero del poder (Octavio acordó hacerle Pontífice Máximo, una figura decorativa), mientras el pacto con Antonio se ampliaba a un segundo periodo de cinco años (37-33).
La popularidad de Octavio crecía según disminuía la de Antonio, pues la figura del primero parecía constituir la única garantía de paz y seguridad en Roma. Después de varias querellas y reconciliaciones, ambos hombres optaron por la guerra. Era la lucha de Oriente contra Occidente, porque Antonio se había aliado con los medos y había conseguido el apoyo de varios reinos y estados clientes. En el año 32 a. C., el Senado depuso formalmente a Antonio y declaró la guerra a Cleopatra. Derrotados en la batalla naval de Accio (septiembre año 31), ambos amantes se suicidaron en Egipto (30). Octavio, que había ocupado Alejandría, volvió a Italia en agosto del año 29 y después de un cuádruple triunfo y de cerrar el templo de Jano, convocó una sesión extraordinaria del Senado, de la que salió con el nombramiento de "príncipe". A fines del 28, siendo cónsul por sexta vez, publicó un edicto revocando los actos ilegales del triunvirato y depuso todos sus poderes ante el Senado, renuncia que éste no aceptó. Los senadores entonces, dando inicio a una nueva constitución, hicieron a Octavio jefe supremo del Imperio Romano investido de facultades que se apoyaban en decretos plebiscitarios.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Batalla de Filipos (42 a. C.).

domingo, 5 de junio de 2022


 

CAYO JULIO CÉSAR (100-44 a. C.) fue un caudillo militar y político romano, la más importante figura de la época final de la República. Había nacido en el seno de una familia aristocrática, pero pobre de recursos. Sobrino de Mario, César militó desde muy joven en las filas del partido popular y se enemistó pronto con el dictador Sila, viéndose por esta causa obligado a marchar al exilio en Bitinia. De vuelta en Roma en el año 78 a. C., volvió a distinguirse como líder político de la facción opuesta a la oligarquía senatorial. En un viaje a Rodas para estudiar retórica cayó en manos de los piratas, pero el propio César pagó su rescate (gracias a un préstamo de 50 talentos) y a continuación armó una flota que aniquiló a sus antiguos secuestradores, recuperando también la mayor parte del dinero que les había pagado.
A partir del año 74 a. C. se inicia propiamente la carrera política de Julio César. Después de entrar en el colegio de pontífices, en el año 68 obtuvo el cargo de cuestor y sirvió a las órdenes del gobernador de Hispania. Sería luego edil (65), Pontífice Máximo (63) y, finalmente, pretor o magistrado de justicia (62). En este último año se divorció de su segunda esposa, Pompeya, por culpa de un escándalo en el que se vio envuelta. Según palabras de César, su mujer "debía estar por encima de toda sospecha".
En el año 60 a. C., César formó una alianza política con Craso y con Pompeyo que sería llamada "Primer Triunvirato". Fruto de ese pacto, César fue elegido cónsul en el año 59 e inmediatamente puso en práctica medidas de reparto de tierras, muy bien acogidas por la plebe, aunque con la oposición declarada de los conservadores. También se aseguró el mando de la Galia Cisalpina (Italia septentrional) y de la Galia Transalpina (sur de la actual Francia). Antes de abandonar el consulado, se casó por tercera vez con Calpurnia y entregó a su hija Julia en matrimonio a Pompeyo, para fortalecer así su mutua alianza.
César invirtió la mayor parte de los años comprendidos entre 58 y 50 a. C. en campañas militares en la Galia. Sometió a los helvecios, a las tribus germánicas acaudilladas por Ariovisto, a los belgas y a otras tribus de la costa occidental. En todas estas operaciones supo sacar partido de las rencillas y discordias existentes entre los diversos pueblos galos. Su conocida máxima "divide y vencerás" proviene de esta época. En 55 a. C., César invadió la gran isla de Britania, aunque no pudo mantenerse en ella por mucho tiempo. La última insurrección de los galos, capitaneada por Vercingetórix, acabó con la victoria romana en Alesia (52).
Entretanto, muertos Craso y Julia, y celoso Pompeyo de los triunfos militares de César en las Galias, el pacto del primer triunvirato estaba próximo a extinguirse. La facción conservadora atrajo a su campo a Pompeyo y comenzó a utilizarlo como muro de contención a las ambiciones de César. Siguieron unos años de sorda y enconada pugna hasta que en 49 a. C. el Senado ordenó a César que entregara su administración de la Galia y regresase a Roma sin su ejército. Pero, lejos de obedecer, César cruzó con sus legiones el río Rubicón (límite meridional de la Galia Cisalpina) y dio con ello inicio a la guerra civil. Se cuenta que el caudillo romano pronunció las palabras "Alea iacta est" ("la suerte está echada") en aquella jornada decisiva.
La guerra comenzó de modo muy favorable para los deseos de César: su avance era bien acogido en todas partes por el pueblo y los pompeyanos se entregaban a él sin apenas luchar o huían a Grecia, encabezados por el propio Pompeyo. César entró en Roma y se proclamó "de facto" jefe del estado, asumiendo todos los poderes. La contienda continuó librándose en Hispania, en el Norte de África y, por último, en Grecia, donde el ejército pompeyano fue definitivamente batido en Farsalia (48. a. C.). Pompeyo huyó a Egipto, muriendo allí asesinado por mercenarios. Acto seguido, César, aliado y amante de la reina Cleopatra, afirmó el protectorado romano sobre el país del Nilo.
Pero los partidarios de Pompeyo seguían levantando cabeza por todas partes. César los derrotó primero en Zela (Asia Menor) en el año 47, y con ellos a Farnaces, rey del Ponto. Esta fácil victoria inspiró la frase "veni, vidi, vici" ("llegué, vi, vencí"). Luego volvió a triunfar en Túnez en la batalla de Tapso (46). Y, por último, acabó con los hijos de Pompeyo y sus fuerzas rebeldes de Hispania en Munda (la actual ciudad cordobesa de Montilla), en el año 45 a. C.
Quebrantada así toda oposición a su régimen, César, de regreso en Roma, fue elegido "dictador por diez años", aunque de hecho se trataba de una dictadura perpetua. Emprendió una política de reconstrucción y de reformas, siempre deseoso de ganarse el favor del pueblo. Se condujo con generosidad hacia sus enemigos derrotados, pero muchos romanos temían que aboliera la república y se proclamase rey. La persona de César fue declarada "divina" y su estatua colocada en todos los templos. Se organizó entonces una conjuración para asesinarle, encabezada por Cayo Casio, Décimo Bruto, Servilio Casca y Marco Junio Bruto (este último, pretor de Roma y favorito de César).
En los "idus" (15) de marzo de 44 a. C., Julio César acudió al Senado para hacer aprobar los planes de una próxima guerra contra el imperio asiático de los partos. Los conjurados aprovecharon la oportunidad para rodearle y coserle a puñaladas. Según Suetonio, cuando vio entre sus asesinos a Bruto, César quedó consternado y sus últimas palabras antes de morir fueron "Et tu, Brute!" ("¡Tú también, Bruto!"). Pero Plutarco cuenta que el dictador romano murió sin decir nada y que su única reacción fue cubrirse la cabeza con la toga.
Julio César dejó una notable obra escrita, los "Comentarios" a la guerra de las Galias y a la guerra civil, crónica de sus campañas militares en tono grandilocuente que todavía hace las delicias o el incordio (según se mire) de los bachilleres que estudian latín.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Cayo Julio César (100-44 a. C.).

domingo, 8 de mayo de 2022



MARCO TULIO CICERÓN (106-43 a. C.) fue un famoso orador, literato y político romano que nació en Arpino, población distante unos 100 km. al sur de Roma. Era de familia de agricultores acomodados, lo que le facilitó una esmerada instrucción en lengua griega, filosofía, leyes y, sobre todo, en retórica, materia que estudió con Molón de Rodas. Después de un corto periodo en el ejército, Cicerón comenzó a ejercer como abogado en el año 81 a. C. Entre 79 y 78 viajó por Grecia y Asia Menor, perfeccionando sus estudios de filosofía en Atenas y de oratoria en Rodas. El año 77 regresó a Roma para iniciar su carrera política.

El año 75 a. C. Cicerón ejercía el cargo de cuestor en Sicilia y allí se documentó para posteriormente llevar adelante la acusación contra Cayo Verres (70), un antiguo y corrupto gobernador de la provincia, caso que le proporcionó gran popularidad. Fue luego edil, pretor y finalmente cónsul (63), siempre con el apoyo de la aristocracia romana. Por aquélla época ya era el más célebre orador de Roma, lo que quedó demostrado en las "Catilinarias", discursos pronunciados ante el Senado para desbaratar la conjura de Lucio Sergio Catilina contra las instituciones republicanas. Sin embargo, la ejecución sin juicio previo de los conjurados hizo que Cicerón perdiera apoyos políticos, lo cual fue aprovechado por Craso, Pompeyo y César para constituir el llamado "Primer Triunvirato" y dirigir los destinos de la República.
Cicerón se enemistó con César en el año 58 a causa de que el primero fue enviado al destierro con la aprobación del segundo. Aunque al orador no tardó en permitírsele regresar a Roma, lo cierto es que nunca hubo reconciliación entre ambos personajes. Cuando en el año 49 estalló la guerra civil Cicerón prestó su apoyo a Pompeyo, pero también acabó disgustado con él por desavenencias acerca de la dirección del partido senatorial.
Durante el periodo de la dictadura de César, Cicerón se dedicó fundamentalmente a la literatura, escribiendo diversos tratados sobre Oratoria y Leyes. De este periodo datan también sus obras "Sobre la naturaleza de los dioses" y "Sobre la amistad", las mejores que nos ha legado su pluma. Después del asesinato de César, Cicerón volvió otra vez al Senado para pronunciar sus famosos discursos contra Marco Antonio. Pero la coalición entre el propio Antonio, Octavio y Lépido (Segundo Triunvirato) y la represión sangrienta que se desató en Roma iban a ser fatales para el destino de nuestro protagonista: Cicerón acabó sus días asesinado cerca de Formia por los soldados del triunvirato.
La política romana se caracterizaba por los sobornos, la corrupción y las alianzas personales. Cicerón era un hombre indudablemente muy capaz, al que sólo su orgullo y su falta de comprensión de los problemas sociales impidieron llegar a ser un estadista de primer orden. La influencia que nos ha transmitido hasta hoy se basa sobre todo en el estilo elegante y conciso de sus obras literarias, así como en la sensatez que inspiran sus máximas, una influencia desde luego mucho más duradera e importante que las mezquinas maquinaciones para hacerse con el gobierno de la antigua Roma.
Una cita de Cicerón que pone de manifiesto su fuerte personalidad: "Hago más caso de mi conciencia que de todos los juicios que los hombres hagan de mí".
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Busto de Cicerón.

miércoles, 6 de abril de 2022


 La época de Julio César.

El general Cneo Pompeyo Magno se había distinguido ya al servicio de Sila. Después había dominado la rebelión de Lépido (76 a. C.), terminado la guerra contra Sertorio en Hispania (72) y, junto a Marco Licinio Craso, sofocado la última llama de la revolución de los esclavos encabezada por el gladiador Espartaco (73-71). Pompeyo y Craso fueron elegidos cónsules en el año 70 a. C. sin prácticamente oposición alguna. Los éxitos de Pompeyo se sucedieron sin interrupción: en el año 67 limpió de piratas el Mediterráneo; entre 66 y 63 puso fin a la última guerra contra Mitrídates, incrementando el territorio de Cilicia y ganando para el Imperio las nuevas provincias de Bitinia, Ponto, Siria y Creta; por último, ocupó y pacificó el inestable territorio de Judea. A principios del año 61, Pompeyo pudo regresar a Roma.
En tanto, durante el consulado de Marco Tulio Cicerón (63), la represión de la conjuración de Catilina y la ejecución de los principales implicados habían suscitado el descontento del Senado e igualmente de los "populares". Ambos partidos solicitaron el apoyo de Pompeyo, que al principio no quiso comprometerse. Mas, sintiéndose ofendido con el Senado (que se había negado a reconocer sus triunfos), formó en el año 60 con Julio César (al que también habían menospreciado los senadores) y con Craso una coalición irregular conocida con el nombre de "Primer Triunvirato". El Senado entonces admitió entre sus miembros a Pompeyo. César por su parte, elegido cónsul en el año 59, obtuvo el mando en las provincias de Galia e Iliria para los cinco años siguientes.
Sin embargo, los triunfos de César en la Galia alarmaron de tal forma al Senado que empezó a utilizar gradualmente a Pompeyo como contrapeso. Después de su segundo consulado en 55 concedióle el gobierno de las dos provincias de Hispania, aunque por medio de legados, pues interesaba su presencia en Roma como mando militar para mantener el orden. Craso pereció en Asia Menor en campaña contra los partos (53). En el 52, a causa de los desórdenes que siguieron al asesinato de Publio Clodio, Pompeyo fue nombrado cónsul único por seis meses. A pesar de que Pompeyo y César habían renovado su pacto y de que el mando en la Galia del segundo se prolongó otros cinco años, la ambición fue distanciando cada vez más a ambos hombres.
Exigía Pompeyo, de acuerdo con el Senado, que César entregara el mando de sus provincias antes de concurrir al consulado en el año 48, pero César, temiéndose un arresto, no estaba dispuesto a regresar a Roma en calidad de simple ciudadano privado. En enero del año 49, César cruzó con sus legiones el río Rubicón, ocupó las ciudades del Piceno guarnecidas por los pompeyanos y entró triunfante en Roma, donde el partido popular lo aclamó como líder de su causa. Pompeyo y sus partidarios huyeron a Grecia en marzo. A continuación, César marchó a Hispania para asegurarse dicho territorio y envió legados que ocuparon Sicilia y Cerdeña, invadieron África y pusieron sitio a Marsella. En todas partes, excepto en África (donde Cayo Curión perdió ejército y vida), fue de victoria en victoria. En el año 48, elegido cónsul, César pasó a Grecia con su ejército para enfrentarse a Pompeyo, pero sufrió una inesperada derrota en Dyrrhachium y tuvo que retirarse hacia Tesalia. Sus enemigos cometieron el error táctico de perseguirle: en la decisiva batalla de Farsalia, César derrotó totalmente al ejército pompeyano, tras de lo cual Pompeyo huyó a Egipto, donde murió asesinado.
Durante el resto de su vida, no obstante, César se vio envuelto en casi continuas guerras -en Alejandría y el Ponto (48-47), en África (46) y en Hispania (45)- y sólo en parte pudo llevar a cabo su amplio programa de reformas, que contaba con el apoyo de los "populares" y de las provincias. Los pocos meses que sobrevivió a su vuelta de Hispania los ocupó intensamente en preparar campañas militares contra los getas y los partos. El 15 de marzo ("idus") del año 44 a. C. fue asesinado víctima de una conjura.
Las biografías de Cicerón y de Julio César, por su importancia para la historia, se narrarán en los siguientes capítulos de esta serie.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Julio César cruza el río Rubicón al frente de su ejército (49 a. C.).

jueves, 10 de marzo de 2022


 La crisis de la República (II).

Cayo Mario fue elegido cónsul seis veces consecutivas (lo que era una irregularidad constitucional), pero su prestigio sufrió un duro golpe al asociarse con Saturnino, turbulento tribuno que acabó asesinado. En el año 103 a. C. fue promulgada la "Lex Apuleya de Maiestate", por la cual todas las ofensas al pueblo de Roma y a sus representantes se castigaban con la muerte. Esta norma sería empleada de forma abusiva tanto en los últimos años de la República como en el periodo imperial para liquidar a los enemigos políticos.
La reclamación de ciudadanía por los pueblos italianos federados con Roma unió durante cierto tiempo al partido conservador y al popular en la defensa de una causa común, que en este caso era el mantenimiento de la situación de privilegio de los nacidos romanos. Después de tres años de guerra social (90-88 a. C.), la cuestión quedó zanjada con la concesión de la ciudadanía a toda la Italia situada al sur del Po. Pero un nuevo asunto, la designación del mando militar contra Mitrídates, rey del Ponto y enemigo de la expansión romana en Oriente, iba a enfrentar de nuevo hasta el encono a los dos partidos de la República. Mitrídates ya había sido derrotado por Lucio Cornelio Sila, gobernador de Cilicia, en el año 92, pero en 88 instigó a las ciudades griegas a asesinar a todos los residentes romanos.
Sila, cónsul a la sazón, fue elegido general en jefe de las fuerzas contra Mitrídates con el voto conservador, pero el tribuno Sulpicio hizo aprobar una ley que transfería el mando a Cayo Mario. Sila no se conformó y, haciendo volver grupas a su ejército, marchó sobre Roma. En la batalla librada ante las puertas de la ciudad los populares fueron derrotados, Sulpicio condenado a muerte y Mario puesto en fuga. Sila desembarcó luego con sus legiones en Grecia, que se hallaba ahora en poder de los generales de Mitrídates. En Roma, mientras tanto, Cinna fraguó un golpe de Estado que repuso a Mario en el poder, el cual, después de reprimir y eliminar a todos los simpatizantes de Sila, fue elegido cónsul en el año 86, aunque murió al poco tiempo de tomar posesión de su cargo.
La política del partido popular fue continuada por Cinna y Carbón, que trataron de desposeer a Sila de su mando en Grecia sin conseguirlo. Cinna reunió incluso un ejército para marchar a combatir a Sila; sin embargo fue asesinado en un motín (84) y Carbón asumió entonces la jefatura del partido. Sila entretanto, después de haber ocupado Atenas y derrotado a los generales pónticos en Queronea y Orcómeno (86), firmó un pacto con Mitrídates (84) y pudo volver a Italia desembarcando en Brindisi con cinco legiones (83) que se apoderaron de la región de Campania. En el año 82, tras derrotar al cónsul Mario el Joven en Praeneste y a Carbón en Etruria, entró en Roma en noviembre y desbarató a un ejército de 40.000 samnitas en la Puerta Colina.
Lucio Cornelio Sila, ya sin rivales, fue nombrado "dictador" por tres años (81-79). Usando de los poderes especiales que tal decreto, confirmado de antemano por el Senado, le confería, proscribió y persiguió a muerte a todos sus contrarios, desatando una ola de terror. Sus leyes limitaron los poderes de los tribunos y de los comicios, y aumentaron los del Senado al implantar de nuevo su derecho al veto legislativo y al nombramiento de los jueces. Prohibió también a los cónsules y pretores simultanear sus funciones con el ejercicio del mando militar; concedióles, sin embargo, el gobierno de provincias a la terminación de su mandato. Finalmente, estableció un número de tribunales ("quaestiones perpetuae") para el proceso de determinados delitos. Muerto Sila en el año 78 se abrió otra vez un periodo de agitación social en Roma, pero una generación de nuevos políticos hizo su aparición en la escena. Los nombres de Craso, Pompeyo, Cicerón y, sobre todo, César iban a sonar por mucho tiempo en los años decisivos de la República romana.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Busto de Lucio Cornelio Sila (138-78 a. C.)

jueves, 10 de febrero de 2022


La crisis de la República (I).
El reverso del cuadro de la formación del Imperio lo constituye la angustiosa situación de los agricultores en Italia. El precio del trigo descendió considerablemente con la importación desde Sicilia, Cerdeña y Egipto. Sólo rentaban los grandes fundos agrarios. Los pequeños propietarios tuvieron que vender sus tierras, los labradores libres fueron sustituidos por esclavos y la ciudad se vio llena de personas indigentes, desposeídas de sus tierras y de su trabajo, pues también el proletariado urbano se vio desplazado por la afluencia masiva de mano de obra esclava. Los pocos que se aferraron a su campo no podían competir con los grandes propietarios, que detentaban al mismo tiempo mayor cantidad de "ager publicus" (terreno rústico confiscado al enemigo) que la legalmente autorizada o alimentaban más cabezas de ganando que las permitidas.
El tribuno Tiberio Sempronio Graco propuso la reducción de estos arriendos a sus límites legales y el establecimiento de los ciudadanos pobres en los terrenos excedentes (134-133 a. C.). Pero tanto él como su hermano Cayo (123-121) perecieron violentamente a manos de alborotadores pagados por los aristócratas. Las reformas propuestas por Cayo Graco tendían a reducir el poder senatorial transfiriendo los "judicia" (juicios) a los "equites", que así alcanzarían el reconocimiento de clase independiente, robustecida además por una ley que estatuía que los impuestos de la provincia de Asia recientemente incorporada (129) fueran recaudados por los "publicanos" romanos en vez de por recaudadores indígenas. La contribución de las colonias, la distribución entre la plebe de trigo a bajo precio, la reducción del servicio militar y la entrega a los soldados de armas y vestimenta aliviarían también la situación de los pobres. Pero el derramamiento de sangre que acompañó a la caída de los Gracos y el asesinato judicial de 3.000 simpatizantes de Cayo iniciaron en Roma una explosiva era revolucionaria. Surgió un partido popular y exaltado, opuesto a los conservadores ("optimates") y resuelto a luchar hasta la última instancia contra el gobierno senatorial y el monopolio de los cargos por las grandes familias.
La guerra contra Yugurta, rey usurpador de Numidia (111-106), encumbró entonces a un general de origen plebeyo, Cayo Mario, en quien los populares pusieron la esperanza de liderar toda su rebeldía. A continuación sobrevino la peligrosa invasión de los cimbrios y de los teutones, pueblos bárbaros procedentes de Dinamarca y de Alemania que asolaron la Galia y el norte de Italia. Mario reorganizó las legiones, creando el primer ejército romano profesional, y derrotó a los invasores en las cruentas batallas de Aquae Sextiae y de Vercelli (102-101), tras de lo cual fue aclamado por el pueblo como "Salvador de la Patria".
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Cayo Sempronio Graco arengando a la plebe, grabado del siglo XIX.

 

martes, 4 de enero de 2022


La expansión de Roma.
Al comenzar el siglo II a. C., aumentó el número de los territorios romanos con la anexión del reino de Siracusa a Sicilia, la formación de dos provincias en Hispania y el protectorado sobre Numidia, en el norte de África. La consecuencia política de las guerras contra Cartago fue el robustecimiento del Senado, que, en ausencia de los magistrados, asumió muchas funciones administrativas. La contienda librada en tiempos de Aníbal también influyó indirectamente en la expansión romana hacia el oriente. Así, cuando Filipo V de Macedonia amenazó a la ciudad de Pérgamo, aliada de Roma desde 205 a. C., los romanos, al mando del cónsul Quincio Flaminio, invadieron Macedonia y derrotaron a las fuerzas de Filipo en Cinoscéfalos (197), tras de lo cual la república romana se erigió en protectora de Grecia. Sin embargo los etolios, descontentos con el cambio del amo macedónico por el latino, invitaron a Antíoco de Siria a "liberar Grecia del dominio extranjero". Estallada una nueva guerra, Antíoco fue derrotado en las Termópilas (191), perseguido hasta Asia y vencido de nuevo en Magnesia (190), viéndose obligado a dejar Asia Menor en poder de los romanos. Éstos repartieron el nuevo territorio entre sus aliados de Pérgamo y Rodas, como recompensa por la ayuda prestada para destruir a la escuadra de Antíoco. En el año 189 los etolios cesaron en su resistencia y Roma mantuvo su posición de hegemonía sobre las ciudades griegas, si bien no se decidió todavía a establecer allí una nueva provincia.
Entretanto, los galos establecidos entre los Alpes y los Apeninos fueron gradualmente subyugados y el país quedó convertido en la provincia denominada Galia Cisalpina (181), como también fueron vencidos los ligures, que cerraban el camino a la Galia Transalpina y a Hispania. En 121 sería finalmente fundada la primera provincia allende los Alpes, la Galia Narbonense.
La tercera guerra macedónica (171-168) acabó con la incontestable victoria romana en Pydna. Hartos de revueltas, los romanos convirtieron en provincia a Macedonia en el año 147. Al año siguiente fue disuelta la única confederación de ciudades griegas que aún se mantenía, la Liga Aquea, y cada uno de los estados griegos pasó a depender directamente de Roma. Ese mismo año (146 a. C.), después de un asedio iniciado en 149, fue completamente destruida Cartago (tercera guerra púnica) y su territorio quedó convertido en la provincia romana de África.
Todas estas conquistas colmaron hasta tal punto el tesoro romano que se eximió a los ciudadanos de pagar el impuesto sobre las tierras, mientras que los recaudadores de tributos, los banqueros y los prestamistas acumulaban inmensas fortunas. Estos cargos pasaron de los senadores a manos de los "equites" (caballeros), que formaron así una poderosa clase media. Enormemente provechosas eran también las gobernadurías y hasta dónde llegó el abuso de poder lo demuestra el hecho de que la primera "quaestio perpetua" (tribunal permanente) se instituyó para juzgar delitos de malversación cometidos por los gobernadores de provincias (149).
Por otra parte, en el caso de Grecia su conquista produjo el efecto de una progresiva absorción de la cultura helénica por las clases dirigentes de la sociedad romana, sobre todo la filosofía y el arte, mientras que la plebe se dejó ganar por nuevas formas de culto religioso, menos solemnes que de costumbre, y por los espectáculos teatrales. Según la célebre frase de Horacio, "Graecia capta ferum victorem cepit" (la Grecia conquistada conquistó al bárbaro conquistador).
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).

Imagen: Destrucción de Cartago (146 a. C.).