domingo, 3 de diciembre de 2023


Esparta.

De entre el rosario de las "poleis" griegas destacan dos que fueron las más importantes: Atenas y Esparta. Atenas llegó a ser una gran ciudad de régimen democrático, cuna de las libertades individuales y un extraordinario foco de civilización. Pero de su evolución nos ocuparemos detenidamente en próximos capítulos de esta serie.

La historia de Esparta tomó derroteros distintos. Situada al sureste del Peloponeso, en la región de Lacedemonia, fue conquistada por los dorios, minoría dirigente que sometió a los habitantes indígenas a una ominosa servidumbre. A los esclavos procedentes de los territorios circundantes se les llamó "ilotas". La vida en esta ciudad estaba severamente reglamentada bajo el principio de que el ciudadano no tenía otra finalidad que la de subordinarse en todo momento a las necesidades del Estado. La primitiva constitución espartana se atribuye a Licurgo, legislador semilegendario que, según la opinión más extendida, vivió entre los siglos IX y VIII a. C. Desde los primeros tiempos, Esparta fue gobernada por dos reyes, aunque existían también un consejo de ancianos ("Gerusía") y una asamblea de ciudadanos. Licurgo fijó las relaciones entre reyes y órganos consultivos, y puso término a las malas prácticas de gobierno imperantes hasta entonces.

Desde los 7 hasta los 30 años, los varones espartanos eran educados exclusivamente para la vida militar, de forma austera y atlética. Sufrían toda clase de ejercicios y de privaciones con el propósito de endurecerlos como soldados. Normalmente, los ciudadanos-guerreros se agrupaban para su instrucción en secciones de 15 miembros cada una, y a su vez cada integrante se comprometía a suministrar cierta cantidad de alimentos. Terminado el largo servicio militar, el ciudadano tenía derecho a elegir esposa y a fundar una familia, con la obligación de procrear una prole numerosa. No había aristocracia en Esparta: todos llevaban una vida sencilla, en común, despreciando los lujos, aunque existían diferencias de fortuna. En el siglo VIII, en la época de la primera guerra mesenia (743-724 a. C.), se crearon nuevos magistrados, los llamados "éforos", quienes gradualmente irían adquiriendo poderes cada vez mayores.

La ciudad-estado de Esparta constituyó el más formidable ejército de tierra de la antigua Grecia. Su sistema político totalitario tuvo siempre enconados detractores, pero también partidarios entusiastas. Entre estos últimos hallamos a Platón (con matices), a Jenofonte y a una abundante nómina de autores que llegan, incluso, hasta la edad contemporánea. Al final, el culto a la fuerza física, que Esparta personificaba, sucumbió ante la fuerza de otras ciudades helenas coaligadas en su contra. Habiendo negado cualquier asomo de individualismo a sus habitantes, ninguna obra de arte o de cultura de importancia forma parte del legado espartano. Sólo nos ha quedado la dureza de su carácter, expresada a la perfección en la sentencia que las mujeres lacedemonias formulaban al despedir a sus hombres que iban a la guerra: "Vuelve con el escudo o sobre el escudo" (es decir, vencedor o muerto).

Fuentes: "Historia de Grecia" (Hermann Bengtson).
Imagen: Guerreros espartanos armándose, reproducción de una pintura antigua.