domingo, 3 de diciembre de 2023


Esparta.

De entre el rosario de las "poleis" griegas destacan dos que fueron las más importantes: Atenas y Esparta. Atenas llegó a ser una gran ciudad de régimen democrático, cuna de las libertades individuales y un extraordinario foco de civilización. Pero de su evolución nos ocuparemos detenidamente en próximos capítulos de esta serie.

La historia de Esparta tomó derroteros distintos. Situada al sureste del Peloponeso, en la región de Lacedemonia, fue conquistada por los dorios, minoría dirigente que sometió a los habitantes indígenas a una ominosa servidumbre. A los esclavos procedentes de los territorios circundantes se les llamó "ilotas". La vida en esta ciudad estaba severamente reglamentada bajo el principio de que el ciudadano no tenía otra finalidad que la de subordinarse en todo momento a las necesidades del Estado. La primitiva constitución espartana se atribuye a Licurgo, legislador semilegendario que, según la opinión más extendida, vivió entre los siglos IX y VIII a. C. Desde los primeros tiempos, Esparta fue gobernada por dos reyes, aunque existían también un consejo de ancianos ("Gerusía") y una asamblea de ciudadanos. Licurgo fijó las relaciones entre reyes y órganos consultivos, y puso término a las malas prácticas de gobierno imperantes hasta entonces.

Desde los 7 hasta los 30 años, los varones espartanos eran educados exclusivamente para la vida militar, de forma austera y atlética. Sufrían toda clase de ejercicios y de privaciones con el propósito de endurecerlos como soldados. Normalmente, los ciudadanos-guerreros se agrupaban para su instrucción en secciones de 15 miembros cada una, y a su vez cada integrante se comprometía a suministrar cierta cantidad de alimentos. Terminado el largo servicio militar, el ciudadano tenía derecho a elegir esposa y a fundar una familia, con la obligación de procrear una prole numerosa. No había aristocracia en Esparta: todos llevaban una vida sencilla, en común, despreciando los lujos, aunque existían diferencias de fortuna. En el siglo VIII, en la época de la primera guerra mesenia (743-724 a. C.), se crearon nuevos magistrados, los llamados "éforos", quienes gradualmente irían adquiriendo poderes cada vez mayores.

La ciudad-estado de Esparta constituyó el más formidable ejército de tierra de la antigua Grecia. Su sistema político totalitario tuvo siempre enconados detractores, pero también partidarios entusiastas. Entre estos últimos hallamos a Platón (con matices), a Jenofonte y a una abundante nómina de autores que llegan, incluso, hasta la edad contemporánea. Al final, el culto a la fuerza física, que Esparta personificaba, sucumbió ante la fuerza de otras ciudades helenas coaligadas en su contra. Habiendo negado cualquier asomo de individualismo a sus habitantes, ninguna obra de arte o de cultura de importancia forma parte del legado espartano. Sólo nos ha quedado la dureza de su carácter, expresada a la perfección en la sentencia que las mujeres lacedemonias formulaban al despedir a sus hombres que iban a la guerra: "Vuelve con el escudo o sobre el escudo" (es decir, vencedor o muerto).

Fuentes: "Historia de Grecia" (Hermann Bengtson).
Imagen: Guerreros espartanos armándose, reproducción de una pintura antigua.

viernes, 3 de noviembre de 2023


HESÍODO fue un famoso poeta de la antigua Grecia. Aunque se le consideró mucho tiempo contemporáneo de Homero, hoy predomina la opinión de que vivió en época posterior. Su existencia suele situarse en torno al año 730 a. C. e incluso más tarde, ya en pleno siglo VII a. C. El padre de Hesíodo se trasladó de Asia Menor a Ascra (Beocia), lugar en el que pudo nacer nuestro personaje. Sin embargo muchos estudiosos consideran que llegó a Beocia siendo niño y que creció para dedicarse a la agricultura y al pastoreo. Él mismo cuenta que en sus ocios pastoriles comenzó a escribir versos. El hecho de que disputara con un hermano suyo por la herencia familiar, al que suelen referirse sus biógrafos, no está acreditado. Se cree (aunque tampoco es seguro) que Hesíodo residió después en Orcómenos y que allí murió; por lo menos su tumba se mostraba en dicha ciudad en épocas posteriores. Pero Tucídides menciona una tradición según la cual fue muerto en el templo de Zeus Nemeo, en Locria, por unos ciudadanos que le culparon de encubrir a un asesino. La versión de que contendió con Homero para ganar un premio de poesía ha sido generalmente descartada por su anacronismo.

Hesíodo dejó solamente dos poemas que puedan estimarse genuinos: "Los trabajos y los días" y "La Teogonía", aunque se duda por algunos críticos de la autenticidad de esta última obra. "Los trabajos y los días" es el primer poema didáctico griego llegado hasta nosotros. Trata de los métodos de labranza y de la debida observación de las estaciones; contiene, además, una especie de calendario y numerosos preceptos para la administración casera, comercio, elección de esposa, navegación y educación de los niños. Se encuentra, no obstante, verdadera poesía en varios episodios de la obra, por ejemplo en la fábula de Prometeo y Pandora, en la relación de las diferentes edades del mundo y en la descripción del invierno. Hay también mucho vigor de pensamiento en las máximas morales y políticas que abundan en la obra. "La Teogonía" trata de la creación del mundo, del océano, la tierra, el cielo, las estrellas y del origen y genealogía de los dioses.
Fuentes: "Hesíodo y las tradiciones biográficas de la Antigüedad" (Gregory Nagy).
Imagen: Busto de Hesíodo.

martes, 3 de octubre de 2023



Los orígenes de las "poleis".
El periodo comprendido entre el 1000 y el 700 a. C. en Grecia fue de mezcla y asentamiento de las poblaciones. La costa de Jonia, en el continente asiático, fue colonizada y a través de esta avanzada se introdujeron en la tradición cultural de los griegos las ideas orientales. La topografía de Grecia (valles fértiles rodeados de montañas, litoral con frecuentes y profundas bahías) favoreció el desarrollo de numerosas ciudades-estado, llamadas "poleis" en lengua griega ("polis" en singular), que al principio estaban gobernadas por reyes y que posteriormente evolucionaron transformándose en gobiernos oligárquicos. La consecuencia de esta dispersión fue el intenso particularismo del carácter helénico y la imposibilidad de fusionarse en una sola nación.
Sin embargo, en algunos casos las "poleis" se unían en Ligas, como ocurrió en Arcadia y en Beocia; en otros, una ciudad-estado conquistaba a sus vecinos, como Esparta, que sometió a Laconia y a Mesenia; en el caso de Atenas, esta "polis" consiguió convertirse en la cabeza del mundo jónico (ajeno a la invasión doria) y en el centro de la región del Ática. Sucedía también que las "poleis" se agrupaban en el culto común a un dios local y formaban una "anfictionía", como las que existieron en Delfos y en las Termópilas. Algunos de los templos de los oráculos, a los cuales acudían los griegos para consultar a los dioses, llegaron a adquirir importancia nacional (Dodona, Delfos). Y por otra parte, los Juegos Olímpicos, que toman su nombre de la ciudad de Olimpia, se convirtieron en grandes festivales deportivos de alcance panhelénico a partir del año 776 a. C., fecha de la primera Olimpiada.
Pero ni todas estas manifestaciones ni el hecho de hablar una misma lengua lograron vencer el acendrado sentimiento de pertenencia a una ciudad-estado, al que se añadía un cierto desprecio que los ciudadanos griegos sentían por las fórmulas políticas de mayor extensión territorial. La amenaza de un enemigo exterior (como lo fue el Imperio persa) alteró en parte la visión particularista, aunque tampoco consiguió suprimirla. Los resultados de esta concepción, a la larga, serían fatales para la independencia de las "poleis".
Hacia mediados del siglo VIII a. C. desaparecieron las monarquías; sólo Esparta conservó esta institución, con algunas características propias. Hacia el año 730 a. C. comenzó el periodo de colonización. Este fenómeno vino motivado por la estrechez de límites y el exceso de población en las "poleis". Los griegos establecieron colonias en las islas de los mares Egeo y Jónico, en las costas de Asia Menor y del Mar Negro, en el norte de África, en el sur de Italia y Sicilia (que comprendían la llamada "Magna Grecia"), en el sur de Francia y en las costas de España. Las colonias se caracterizaban por poseer independencia política y económica con respecto a su "polis" de procedencia, con la cual únicamente conservaron vínculos sentimentales. El comercio se desarrolló con tal firmeza que, aun en el primer tercio del siglo XX de nuestra era, el griego continuaba siendo la lengua mercantil del Mediterráneo oriental.
Fuentes: "Historia de Grecia" (Hermann Bengtson).

Imagen: Ruinas del antiguo templo de Apolo en Delfos, sede del oráculo del mismo nombre.


domingo, 3 de septiembre de 2023


HOMERO es el nombre dado al supuesto autor de los antiguos poemas épicos griegos la "Ilíada" y la "Odisea". De la vida de Homero no se conoce a ciencia cierta mucho. Partiendo de una mención que hizo Heródoto, suele datarse su existencia en el siglo IX a. C., aunque dataciones más recientes la sitúan preferentemente en el siglo VIII a. C. Se cree que fue un bardo ciego que deambulaba de ciudad en ciudad y se ganaba el sustento recitando poesías ante las cortes de los reyes de la época. Al parecer siete ciudades griegas (algunas de ellas de la Jonia asiática) reclamaron a la muerte de Homero el honor de haberle visto mendigar el pan por sus calles, lo cual indica la incertidumbre que envuelve al poeta. Lo más probable es que estuviera vinculado como siervo a algún poderoso personaje, algo que sugieren los propios poetas cantores que se describen en la "Odisea".

La poesía épica surgió entre los griegos durante la época micénica y floreció posteriormente en los enclaves helénicos de la costa occidental del Asia Menor. Varios hechos hacen pensar que los dos poemas fueron compuestos en el periodo 850-800 a. C., o bien en la primera mitad del siglo VIII como muy tarde. La "Ilíada", el más antiguo de ambos, narra un episodio de la guerra de Troya (Ilión). Aquiles, caudillo griego, disputa con Agamenón, comandante en jefe, la posesión de una esclava capturada. Al verse burlado en su deseo, Aquiles se niega a luchar contra los troyanos y en su ausencia los griegos son derrotados. Para evitar un desastre total, Aquiles permite que su amigo Patroclo participe en la batalla. Pero éste muere a manos de Héctor, el héroe troyano, y entonces Aquiles, olvidando su disputa ante el deseo de venganza, vuelve a entrar en combate y mata a Héctor.
La "Odisea" relata los viajes de Ulises (Odiseo), uno de los jefes de la expedición griega contra Troya. Durante 10 años va de un lado para otro del Mediterráneo, pasando por una serie de aventuras maravillosas en que encuentra gigantes, hechiceras y monstruos devoradores. Habiendo perdido a todos sus hombres en estos avatares, llega sano y salvo a su natal isla de Ítaca, donde encuentra a su esposa Penélope asediada por una multitud de pretendientes que le suponen muerto. Con ayuda de su hijo Telémaco y de otros pocos sirvientes fieles, Ulises da muerte a los pretendientes y reanuda su reinado.
Aunque hay otros poemas que se atribuyen a Homero, se deben con certeza a poetas posteriores. Tales son los "Himnos Homéricos", narraciones cortas de aventuras de los dioses, y un poema épico-burlesco, la "Batracomiomaquia" o "Batalla de las ranas y los ratones". La controversia alcanza incluso a la propia "Odisea", cuya autoría se discute todavía por parte de muchos investigadores de la épica antigua.
Fuentes: "Homero" (Pierre Carlier).
Imagen: Busto de Homero.

sábado, 5 de agosto de 2023


Entre historia y leyenda.

Sin contar antecedentes aislados de mayor antigüedad, los restos de asentamientos humanos más vetustos que se han encontrado en Grecia proceden del Neolítico y datan de algo más de 3.000 años a. C. Estos restos permiten aventurar que el territorio griego fue primeramente ocupado por pueblos marítimos procedentes del litoral asiático y de las islas del mar Egeo.
Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos del británico Evans y de sus continuadores parecen indicar que la primera gran civilización europea se produjo en la isla de Creta, entre los años 2100 (o incluso antes) y 1200 a. C. Se la ha llamado "minoica", en recuerdo del legendario rey Minos, y tuvo sus focos principales en las ciudades de Cnosos y Festos. Los cretenses se dedicaban a la navegación y al comercio, y fundaron colonias en las islas del Egeo, en Asia Menor y en la propia Grecia. No se sabe con exactitud cuál fue la causa que motivó el fin de la cultura minoica. Algunos historiadores hablan de una catástrofe natural (terremoto, erupción volcánica), mientras que otros señalan que pudo ser la conquista por parte de un pueblo venido del norte: los aqueos.
Hacia el siglo XVI a. C., y de forma paralela a la cretense, se inició en el Peloponeso, en torno a las ciudades de Micenas, Argos y Tirinto, otro foco de civilización, la "micénica". Sus habitantes, llamados "pelasgos", eran gentes venidas a través del mar, aunque se discute si su origen se encuentra en el Asia Menor o en Creta. Según otras hipótesis, se trataría de los primitivos pobladores de la península helénica, evolucionados al contacto con otros pueblos. Si bien no tan floreciente como la minoica, la cultura micénica se desarrolló en el sur de Grecia durante unos trescientos años.
Poco antes del 1200 a. C. tuvo lugar la invasión de los aqueos, que cayeron sobre Grecia procedentes de la región del Danubio, según la teoría de Ridgeway (o de Asia Menor, según otros autores). Poseedores de algunas armas de hierro, pero, sobre todo, de bronce, dominaron con facilidad las regiones de Beocia y Ática, así como las principales ciudades micénicas, cuyos tronos usurparon por la violencia. Los aqueos introducen en la Hélade la lengua griega en su forma primitiva y los dioses de una nueva religión, empezando por Zeus, los cuales se imponen a los cultos pelásgicos más antiguos, aunque sin extinguirlos totalmente. Su carácter belicoso y expansivo los impulsó a atacar Creta y otras islas del Egeo, hasta entrar en conflicto con la populosa ciudad de Troya, que desde su posición en Asia Menor dominaba el comercio con el Helesponto. Tras larga contienda, los aqueos destruyeron y saquearon la ciudad del mítico rey Príamo.
Pero la invasión de los dorios (1000-900 a. C.), última de las grandes migraciones que llegaron a Grecia, acabó con el breve dominio aqueo. Rudos y de rasgos célticos, los dorios procedían de Europa Central (o del sur de Iliria o el noroeste de la propia Grecia, si hemos de creer otras hipótesis), labraban asiduamente el hierro y, en opinión de algunos estudiosos, eran refractarios a mezclarse con las poblaciones indígenas. Conquistaron bastantes ciudades griegas, excepto en la región del Ática y en Arcadia, e hicieron del Peloponeso su principal bastión. Con su llegada, el griego, que adoptaron sin reservas fusionándolo con sus propios dialectos, pasó a convertirse, con ciertas variantes, en la lengua común. Robert Graves mantiene que también se adueñaron de las creencias religiosas y de los mitos helénicos preexistentes. En el siglo II d. C., Pausanias interpretó que la "invasión doria" no fue sino el retorno de los Heráclidas (descendientes del semidiós Heracles) a la tierra de la que habían sido injustamente desposeídos.
Así pues, en torno al siglo X a. C. la población griega puede considerarse definitivamente asentada, comprendiendo algunas de las principales variantes de la raza mediterránea y también rasgos dináricos y alpinos.
Fuentes: "Historia de Grecia" (Hermann Bengtson).
Imagen: "Los griegos arrebatan a los troyanos el cuerpo de Patroclo", escena de "La Ilíada" según un grabado de John Flaxman (1793).

martes, 4 de julio de 2023


 

Las invasiones bárbaras (II).
Durante el reinado de Valentiniano III (425-455), los vándalos, a las órdenes de Genserico, consolidaron su dominio de África (439). En la isla de Britania, abandonada paulatinamente, hacia 440 parece ser que apenas quedaba presencia romana, algunos años después los invasores sajones hacían sentir su presión y el territorio iba camino de fragmentarse en pequeños reinos independientes. El Imperio romano de Occidente se había reducido a Italia, Sicilia, Cerdeña y parte de Iliria, y en ciertas regiones de la Galia y de Hispania su autoridad era puramente nominal, requiriendo el respaldo de los caudillos bárbaros o señores locales.
La siguiente invasión, la de los hunos, pudo a duras penas ser contenida. Después de devastar el Imperio de Oriente (441-450), Atila, llamado el "Azote de Dios", se dirigió a invadir la Galia, pero allí fue derrotado en los Campos Cataláunicos (451) por una coalición de visigodos, francos, burgundios y romanos. A continuación, el rey de los hunos cruzó los Alpes en 452 y llegó cerca de Roma. Se cuenta que una entrevista con el Papa León I le convenció para que se retirase de Italia. Sea como fuere, Atila regresó a sus dominios del Danubio y murió al año siguiente (453).
Pero en 455, tras la muerte de Valentiniano III, Genserico y sus vándalos de África desembarcaron en Italia y saquearon Roma, llevándose como rehenes a la emperatriz Eudoxia y a sus dos hijas. Los visigodos nombraron entonces a Avito emperador, si bien fue su caudillo Ricimero (nieto de Walia) quien ejerció realmente el poder, poniendo y deponiendo emperadores a discreción (457-472). Entretanto, los vándalos asolaban a sangre y fuego las islas del Mediterráneo occidental y las costas de Italia, y Hunerico (hijo de Genserico) obligaba a Eudocia, hija de la emperatriz Eudoxia, a casarse con él, lo que le permitía reclamar una parte del Imperio a nombre de su esposa.
Hubo todavía emperadores en Roma o Rávena, pero Ricimero acabó por erigirse en gobernante "de facto" (465) desde la ciudad de Milán. En 472, sus soldados saquearon Roma tras un asedio de tres meses. A la muerte de Ricimero ese mismo año, varios rivales se disputaron el control de los restos del Imperio occidental. Orestes, de origen germano, alcanzó la jefatura del ejército y, expulsando a Julio Nepote del trono, proclamó emperador a su propio hijo, Rómulo Augústulo (475). Pero los soldados bárbaros eligieron por nuevo jefe a Odoacro, quien capturó e hizo asesinar a Orestes, depuso a Rómulo Augústulo (476) y se proclamó rey de Italia, aunque Zenón, emperador de Oriente, todavía siguió reconociendo a Julio Nepote como emperador desde el 474 hasta su muerte en 480.
Los historiadores suelen aceptar al año 476 como el fin del Imperio romano de Occidente y de la Roma antigua. El Imperio de Oriente perduró, sin embargo, hasta la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453.
Como todos los Imperios, el romano acabó no simplemente abatido por enemigos exteriores, sino más bien corroído por sus propios males internos: debilitamiento progresivo de la autoridad imperial, corrupción moral, crisis de natalidad, alta tasa de inflación y empobrecimiento de las ciudades. Hay quien opina que las invasiones bárbaras y el auge del Cristianismo fueron los factores decisivos en la caída del poder romano, pero tal afirmación no puede tomarse como una verdad absoluta o, como mínimo, precisa de alguna matización. Numerosos pueblos bárbaros llevaban en realidad mucho tiempo viviendo dentro de las fronteras imperiales y haciéndose con el control del ejército, llenando así el vacío que la sociedad y la baja demografía romanas habían creado. Otro tanto cabe decir del Cristianismo, que se extendió entre la población cuando apenas se creía ya en la vieja religión pagana. Bárbaros y cristianos, por tanto, apuntalaron en buena medida al Imperio (tambaleante desde la crisis del siglo III), aunque también es posible que en algunos aspectos lo debilitaran. Por otra parte, el duro carácter romano de los primeros siglos fue dejando paso poco a poco a una relajación de las costumbres y a un relativismo moral que siempre acaban por empujar a la decadencia a cualquier forma de civilización.
Puede decirse que Roma nació y se desarrolló para cumplir una misión histórica: fundir en ella a la civilización griega (así como a otros elementos provenientes de Egipto y de Oriente) y extenderla por Europa y por la cuenca mediterránea. También, si se quiere, para difundir y hacer triunfar al Cristianismo, a pesar de las persecuciones. Los romanos no fueron un pueblo original, inventaron muy poca cosa por sí mismos, pero crearon caminos para la cultura, organizaron un orden a base de leyes y magistrados, y todo lo unificaron bajo una lengua común. En ello reside la importancia de su legado y también su grandeza.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Rómulo Augústulo depuesto por Odoacro (476).

domingo, 4 de junio de 2023


 

Las invasiones bárbaras (I).
A partir del año 375, la presión que los pueblos bárbaros ejercían sobre el Imperio romano dio claras muestras de hacerse incontenible. Los ostrogodos, empujados por los hunos, se desplazaron y, junto con otras tribus, ocuparon territorios en la provincia de Panonia (376). Los visigodos fueron autorizados a establecerse en Mesia y en Tracia, pero, irritados con el gobernador imperial, asolaron toda la Tracia, derrotaron a los generales de Valente y formaron un poderoso ejército reclutado de diversas tribus (377-378). Graciano, emperador de Occidente (375-383), marchó a su encuentro, aunque no pudo evitar la muerte de Valente en la batalla de Adrianópolis (378).
El hispano Teodosio gobernó el Oriente del 379 al 395 y del 392 al 395 fue también emperador de Occidente. Realizó numerosas reformas y, por algún momento, pareció resucitar las viejas glorias imperiales. Abolió definitivamente el viejo culto pagano y reprimió el arrianismo, considerado una herejía del cristianismo. A su muerte dividió el imperio entre sus dos hijos: a Arcadio le entregó el Oriente bajo la tutela del galo Rufino, y a Honorio el Occidente bajo la regencia del vándalo Estilicón, con lo que ambas partes del Imperio quedaron definitivamente separadas.
Los visigodos, a las órdenes de Alarico, invadieron Macedonia y Grecia (395-96). Para aplacarlos, Arcadio nombró a Alarico "general" de Iliria, proclamándose él rey de los visigodos. Mas cuando los visigodos invadieron Italia en el año 403 salió a cortarles el paso Estilicón, ahora lugarteniente de Honorio. Este general, que ya se había distinguido en África luchando contra los mauritanos, derrotó a los invasores en Pollenza; Alarico aceptó entonces retirarse de Italia a cambio de una pensión anual. Honorio se había trasladado a Rávena, que en adelante se convirtió en sede principal de la Corte. En el año 405, un grupo de godos, vándalos y alanos, mandados por Radagaiso, fueron derrotados por Estilicón cerca de Florencia. A continuación, otra oleada de vándalos, suevos y alanos penetró a través del Rin para invadir la Galia e Hispania, asentándose en esta última en 409.
A la muerte de Estilicón en el año 408, despechado Alarico por no recibir la pensión estipulada, invadió de nuevo Italia y, al negarse Honorio a concertar la paz, en 409 se apoderó de Ostia, nombró un nuevo emperador y llegó a las puertas de Rávena. Como Honorio le seguía tratando despectivamente, Alarico volvió grupas hacia Roma, que entregó a sus hombres para un terrible saqueo de tres días (agosto 410), y avanzó luego hacia la Italia meridional llegando hasta Calabria, donde murió. Su sucesor Ataulfo (410-415) se casó con Gala Placidia, hermana de Honorio (aunque sin el consentimiento de éste) y obtuvo la cesión del sur de la Galia y del nordeste de Hispania a cambio del compromiso de combatir a los otros pueblos bárbaros que le habían precedido en la ocupación del territorio hispano, para lo cual instaló en Barcino (la actual Barcelona) la sede de su gobierno. Su sucesor Walia derrotó contundentemente a los alanos en Mérida y a una parte de los vándalos en el valle del Guadalquivir, y trasladó la capital visigoda a Tolosa (418). El resto de los vándalos pasó a la provincia romana de África, conquistándola en los años 429-31. A partir de 420, los francos iniciaron una gradual penetración en la Galia, aunque su dominio de las regiones al norte del Loira y este de Aquitania tardaría décadas en producirse, y en Armórica, por la misma época, se registraron revueltas en contra del poder romano. Hacia 427, una confederación de ostrogodos, alanos y hunos, gobernaba en Panonia.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: "Las invasiones bárbaras", cuadro de Ulpiano Checa.

martes, 2 de mayo de 2023


 

Constantino y sus sucesores.
Poniendo fin al periodo de desorden que se inició con la abdicación de Diocleciano, Constantino, hijo de Constancio, se hizo con la corona imperial después de vencer a su rival Majencio en la batalla del Puente Milvio (Roma), en el año 312. A continuación se repartió el Imperio con Licinio, pero la relación entre ambos empeoró hasta desembocar en un abierto enfrentamiento. Derrotado Licinio en Crisópolis (324), Constantino, llamado "El Grande", alcanzó el poder absoluto y lo mantuvo hasta su muerte en el año 337. Restableció así la unidad del mando imperial, si bien en 330 trasladó la sede del gobierno a la bautizada como "Nueva Roma", que no era sino la refundación de la antigua ciudad de Bizancio, conocida también como Constantinopla.
En el año 313, mediante la promulgación del "Edicto de Milán", Constantino proclamó la libertad religiosa en todo el Imperio romano, lo cual significaba en la práctica el fin de las persecuciones que había sufrido el Cristianismo. El propio emperador abrazó la fe cristiana poco antes de morir. Se prohibieron asimismo las crucifixiones y los combates a muerte de los gladiadores. La defensa de las fronteras exteriores contra francos, alamanes y godos continuó con éxito durante el primer tercio del siglo IV.
Tras la muerte de Constantino, sus tres hijos dividiéronse el Imperio, pero, habiendo perecido Constantino II en lucha contra Constante (340), quedaron éste y Constancio II como emperadores de Occidente y de Oriente respectivamente hasta el año 350, en que Constante fue asesinado por el usurpador germano Magnencio, quien a su vez fue derrotado por dos veces y acabó sus días suicidándose en Lyon (353). Constancio, ahora único "Augusto" (353-361), dio a su primo Galo el mando de Oriente en calidad de "César", quien lo ejerció hasta su caída en desgracia (354). Constancio también entregó el gobierno de la Galia a Juliano, hermanastro de Galo.
En calidad de "César", Juliano, que pasó a la historia con el sobrenombre de "El Apóstata", derrotó brillantemente a los alamanes y francos. A la muerte de Constancio II, Juliano lo sucedió con el título de "Augusto", reinando de 361 a 363. Emprendió considerables reformas administrativas, pero consumió sus energías en el vano intento de resucitar el paganismo religioso y en oponerse a la preponderancia que para entonces ya habían adquirido los cristianos. Juliano perdió la vida en el transcurso de una expedición militar contra los persas (363).
Joviano (363-364), proclamado emperador por el Ejército, se vio obligado a rendir Armenia y Mesopotamia. A su muerte, se dividió el Imperio entre Valentiniano I en Occidente (364-375) y Valente en Oriente (364-378).
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Proclamación del Edicto de Milán (313).

martes, 4 de abril de 2023


La decadencia del Imperio (II). 

A la época de desastres que representó la primera parte del siglo III siguió, afortunadamente, una era de paz relativa, bajo el gobierno de emperadores capaces, desde Claudio II a Diocleciano (268-284), que eliminaron a los pretendientes de la corona imperial y consolidaron la seguridad en las fronteras. Los godos fueron derrotados por Claudio II en Dardania (269) y por Aureliano (270-275), que rechazó también a los germanos invasores de Italia y arrancó de las manos de Tétrico el dominio de Hispania, Galia y Britania. Aunque se abandonó la Dacia transdanubiana, creóse una provincia del mismo nombre y con muchos de los habitantes del sur del Danubio. Roma fue fortificada con una nueva muralla y la valiente reina Zenobia fue desposeída de su trono en Palmira y obligada a establecerse en Italia en calidad de rehén (273), pasando allí el resto de su vida. Probo (276-282), sucesor de Aureliano, expulsó a los germanos de la Galia y reformó el ejército imperial.
Dos años después del asesinato de Probo (durante los que reinaron seis emperadores, cada uno solamente unos meses) fue elegido emperador en Calcedonia Diocleciano (284-305), hijo de un liberto dálmata, el cual, para remediar la anarquía, llevó a cabo una reorganización total del Imperio, al que dividió en 12 diócesis, que comprendían cada una un cierto número de provincias (en total 102). Asoció al trono a Maximiano en calidad de "Augusto"; ambos Augustos adoptaron un "César" cada uno (Constancio y Galerio) y los cuatro se repartieron las diócesis estableciendo sus capitales en Nicomedia, Tréveris, Milán y Sirmión, respectivamente. Se recobró el dominio de Britania, mientras que en el este se volvía a conquistar Egipto y se obligaba a los persas a ceder territorios allende el Tigris.
Además fue quebrantado el poder omnímodo de los pretorianos en Roma, el Senado quedó reducido a poco más que un consejo municipal y se abolió la exención de tributos de que disfrutaban los habitantes de Italia. Los cristianos, que ya habían sufrido una sistemática persecución en tiempos del emperador Decio (250), fueron de nuevo duramente reprimidos por Diocleciano (303), con la intención de erradicar definitivamente un credo que se consideraba corrosivo del poder imperial.
El nuevo sistema administrativo funcionó bien hasta la abdicación de Diocleciano y Maximiano (305), a la que siguieron unos años de confusión en los que llegó a haber seis "Augustos" a la vez.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Busto de Diocleciano (244-311).

domingo, 5 de marzo de 2023


 

La decadencia del Imperio (I).
Desde Cómodo hasta Galieno (180-268) transcurre en el mundo romano un periodo de verdadera anarquía militar, de desastres casi continuos, agravados por plagas y hambres constantes que diezman a la población. La mayoría de los 21 emperadores que se sucedieron en este tiempo reinaron sólo meses y fueron coronados y depuestos según el capricho de la soldadesca o cayeron víctimas de venganzas personales. El Imperio, privado de importantes provincias fronterizas, pareció en muchas ocasiones a punto de derrumbarse.
El gobierno de Cómodo (180-192) degeneró en toda suerte de extravagancias y desafueros, a la par que el estado mental del emperador, hasta que éste fue asesinado después de una conjura. Septimio Severo (193-211), de origen africano, llegó al poder tras dominar el caos que se produjo tras la muerte de Cómodo. Disolvió la guardia pretoriana y la sustituyó por 50.000 hombres elegidos de entre las tropas fronterizas, cuyo poder e influencia fueron tan grandes que su "prefecto" se convirtió en el más importante de los ministros. Severo luchó victoriosamente contra los partos (197-199), ganando para el Imperio la nueva provincia de Mesopotamia. Durante su mandato se produjo también una violenta y larga represión del cristianismo (202-210). Caracalla (211-217), hijo de Septimio Severo, asesinó a su hermano Geta para asegurarse el poder y extendió la ciudadanía romana a todas las provincias del Imperio.
En 226, durante el reinado de Alejandro Severo (222-235), los persas sasánidas destronaron al rey de los partos y reclamaron en calidad de reyes de Persia los antiguos dominios del "Gran Rey", es decir, exigían la evacuación de toda Asia por los romanos. La guerra emprendida contra ellos por Severo no fue desastrosa, pero provocó otras guerras que sí lo fueron. En el año 242, los persas avanzaron sobre Antioquía, aunque luego se retiraron al Tigris a la llegada del emperador Gordiano III (238-244). En 260, cuando ya habían conquistado Armenia, los persas hicieron prisionero al emperador Valeriano (253-260), que murió en el cautiverio. El rey sasánida Sapor invadió Siria, Cilicia y parte de Capadocia, hasta que un ejército reunido por Odenato, gobernador de Palmira, le obligó a repasar el Éufrates.
Entretanto, el Occidente europeo iba sufriendo la avalancha de francos, alamanes y godos. En tiempos de Valeriano y de Galieno (260-268), los francos invadieron las Galias y parte de Hispania; los alamanes, por su parte, cruzaron el Danubio y los Alpes Réticos y llegaron a las puertas de Rávena (259), si bien se vieron obligados a retirarse con su botín. Los godos eran dueños de la costa septentrional del Ponto Euxino (mar Negro) y de la península de Crimea, desde donde, armando una escuadra, alcanzaron y saquearon la ciudad de Trebisonda (258-259). En el 260 entraron a sangre y fuego en Nicomedia y otras ciudades de Bitinia. En el 262 cruzaron el Helesponto y devastaron Atenas, ocupando en su avance la región del Epiro. A la llegada de Galieno, algunos godos se alistaron en el ejército romano y el resto volvió a su punto de partida.
Fue una época de espantosa miseria. Del 250 al 265, la peste causó continuos estragos y despobló urbes enteras. En este colapso general surgían por todas partes pretendientes a la corona imperial, a los que se ha denominado los "Treinta Tiranos" (aunque su número nunca fue exacto), como la reina Zenobia en Palmira y Tétrico en Galia, Britania e Hispania.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Busto de Caracalla (188-217).

domingo, 5 de febrero de 2023


MARCO AURELIO (121-180 d. C.) fue un emperador romano nacido en Roma. Aunque era hijo de Annio Vero, fue adoptado por su tío, el emperador Antonino Pío (138). Educado por preceptores, abrazó el Estoicismo desde edad temprana y estudió su filosofía con Rústico el Estoico. Nombrado César el año 139 y cónsul en el 140, compartió el Imperio en 161 con su hermano adoptivo Lucio Vero. Enamorado idealista de su oficio imperial, aplicó al mismo las enseñanzas de la Filosofía, que concretó en una más amplia y generosa interpretación del Derecho romano. Marco Aurelio redujo los impuestos de los pobres, anticipó medidas de ayuda para los huérfanos, amplió los derechos de los esclavos y suavizó la brutalidad del circo y de los combates de gladiadores. Sólo se apartó de su trayectoria humanitaria cuando consintió algunas persecuciones contra los cristianos, a quienes consideraba (en la línea de los emperadores anteriores) enemigos naturales del Imperio por rendir culto a un Dios ajeno totalmente al Estado.

Durante su gobierno, Marco Aurelio se vio asediado por graves problemas, tales como guerras, terremotos y plagas. La amenaza bárbara sobre las fronteras septentrionales le obligó a pasar en el campo de batalla buena parte de su vida (167-175). Derrotó a los marcomanos (168), a los que aniquiló en el paso del Danubio (173), y venció a los cuados (174) en la famosa victoria de la "legión tonante", conseguida gracias a una tormenta providencial. Al año siguiente invadió Germania, pero tuvo que acudir a toda prisa a Siria para sofocar la rebelión del prefecto Avidio Casio. Marco Aurelio regresó a Roma en 176, donde fue recibido triunfalmente. El año 177 se señaló por una nueva persecución contra los cristianos. En 178 fueron otra vez derrotados los marcomanos. El emperador murió en Vindobona (actual Viena) y fue deificado después de su muerte. Su hijo y sucesor, Cómodo, erigió en su memoria un monumento de 28 m. de altura, que se encuentra en la Piazza Colonna de Roma.
La única obra literaria de Marco Aurelio que se conserva, las "Reflexiones" o "Meditaciones", es una de las más importantes en su género y le coloca entre los principales filósofos estoicos. El libro, escrito en momentos robados al descanso o a la acción en sus campañas, pregona el credo de su vida y en él pueden advertirse todas las principales doctrinas del Estoicismo. El encanto de la obra reside sobre todo en la ternura con que se refiere a las flaquezas humanas. Las "Meditaciones", escritas en griego, no fueron publicadas hasta el año 1558 en la ciudad de Múnich. Una de sus más célebres máximas es: "Hagas lo que hagas, recuerda que los hombres serán siempre los mismos".
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Marco Aurelio (121-180).

lunes, 2 de enero de 2023


PUBLIO ELIO ADRIANO (76-138 d. C.) fue un emperador romano que gobernó de 117 a 138. Había nacido en Itálica, una colonia situada cerca de la actual ciudad de Sevilla (España). Recibió una educación esmerada que le permitió amplios conocimientos de la civilización helénica. Poseedor de dotes naturales de gobierno, había desempeñado diversos cargos durante el mandato de su antecesor Trajano, que de joven lo tuvo por pupilo y lo casó con su sobrina Sabina (100). Acompañó al emperador en sus campañas militares en Dacia y Asia, y a la muerte de Trajano durante la guerra contra los partos se puso al frente del ejército de oriente.

Adriano fue proclamado Emperador por el ejército y confirmó sus títulos ante el Senado a pesar de las dudas que suscitaba su elección, ya que nunca había sido oficialmente adoptado por Trajano. Aunque encontró el erario público en estado ruinoso, Adriano pacificó a las tribus bárbaras de las fronteras, firmó la paz con los partos, reorganizó las provincias, impulsó la agricultura, amplió los servicios públicos, humanizó la condición de los esclavos y estimuló la cultura y las artes. Bajo su mandato se compiló el primer Código de Jurisprudencia romana (el "Edictum Perpetuum"), redactado por Salviano y que más adelante sería la base del "Corpus Iuris Civilis" de Justiniano. También protegió la isla de Britania de los ataques de las tribus del norte con la construcción de la llamada "Muralla de Adriano".
Dedicó gran parte de su vida a viajar para conocer cada rincón del Imperio. Un rasgo sobresaliente del carácter de este emperador es su manía constructora: nuevas ciudades, acueductos, templos, bibliotecas, teatros y carreteras fueron ejemplos de tal afán civilizador. Adriano siempre sintió predilección por la ciudad de Atenas, a la que prestó especial cuidado. Entre los más famosos monumentos que legó a la posteridad figuran el Panteón, su propio Mausoleo (actualmente, el "Castel Sant'Angelo" de Roma) y la llamada "Villa Adriana", un bello conjunto arquitectónico edificado en Tívoli.
Cuando Adriano llegó a Palestina, los judíos le pidieron que reconstruyese el Templo de Salomón, que había sido destruido en el año 70 por las tropas de Tito. En vez de ello comprobaron con horror que el propósito del emperador era edificar un nuevo templo dedicado a Júpiter. Entonces estalló una revuelta contra los romanos, acaudillada por Simón Bar Kochba. La rebelión duró 3 años (132-135) hasta que fue aplastada por el general Julio Severo. A continuación, Adriano reconstruyó Jerusalén con el nombre de Aelia Capitolina y prohibió a los judíos vivir en ella.
El último viaje del emperador se vio amargado por la muerte, en circunstancias oscuras, de su joven amante Antinoo, cuya belleza física inspiró un nuevo tipo de arte escultórico y que Adriano impulsó en un intento de perpetuar la memoria de su favorito.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Elio Adriano (76-138).