martes, 2 de mayo de 2023


 

Constantino y sus sucesores.
Poniendo fin al periodo de desorden que se inició con la abdicación de Diocleciano, Constantino, hijo de Constancio, se hizo con la corona imperial después de vencer a su rival Majencio en la batalla del Puente Milvio (Roma), en el año 312. A continuación se repartió el Imperio con Licinio, pero la relación entre ambos empeoró hasta desembocar en un abierto enfrentamiento. Derrotado Licinio en Crisópolis (324), Constantino, llamado "El Grande", alcanzó el poder absoluto y lo mantuvo hasta su muerte en el año 337. Restableció así la unidad del mando imperial, si bien en 330 trasladó la sede del gobierno a la bautizada como "Nueva Roma", que no era sino la refundación de la antigua ciudad de Bizancio, conocida también como Constantinopla.
En el año 313, mediante la promulgación del "Edicto de Milán", Constantino proclamó la libertad religiosa en todo el Imperio romano, lo cual significaba en la práctica el fin de las persecuciones que había sufrido el Cristianismo. El propio emperador abrazó la fe cristiana poco antes de morir. Se prohibieron asimismo las crucifixiones y los combates a muerte de los gladiadores. La defensa de las fronteras exteriores contra francos, alamanes y godos continuó con éxito durante el primer tercio del siglo IV.
Tras la muerte de Constantino, sus tres hijos dividiéronse el Imperio, pero, habiendo perecido Constantino II en lucha contra Constante (340), quedaron éste y Constancio II como emperadores de Occidente y de Oriente respectivamente hasta el año 350, en que Constante fue asesinado por el usurpador germano Magnencio, quien a su vez fue derrotado por dos veces y acabó sus días suicidándose en Lyon (353). Constancio, ahora único "Augusto" (353-361), dio a su primo Galo el mando de Oriente en calidad de "César", quien lo ejerció hasta su caída en desgracia (354). Constancio también entregó el gobierno de la Galia a Juliano, hermanastro de Galo.
En calidad de "César", Juliano, que pasó a la historia con el sobrenombre de "El Apóstata", derrotó brillantemente a los alamanes y francos. A la muerte de Constancio II, Juliano lo sucedió con el título de "Augusto", reinando de 361 a 363. Emprendió considerables reformas administrativas, pero consumió sus energías en el vano intento de resucitar el paganismo religioso y en oponerse a la preponderancia que para entonces ya habían adquirido los cristianos. Juliano perdió la vida en el transcurso de una expedición militar contra los persas (363).
Joviano (363-364), proclamado emperador por el Ejército, se vio obligado a rendir Armenia y Mesopotamia. A su muerte, se dividió el Imperio entre Valentiniano I en Occidente (364-375) y Valente en Oriente (364-378).
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Proclamación del Edicto de Milán (313).