"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
lunes, 18 de noviembre de 2019
POETAS ROMÁNTICOS INGLESES: CANTO XXX
La hiedra es una verde túnica
que al recio tronco del roble
ceñida permanece, como símbolo
o imagen de pasión
mostrándose en la floresta
a cualquier caminante, y su vista
hunde sus raíces en el alma
más profundamente
de lo que simples miradas
podrían llegar a sospechar.
Unidos, planta y árbol,
al furor de las tormentas resisten,
y a los variados estigmas
de la tierra, del cielo
y de los calendarios,
en un afán de supervivencia
que es en sí esperanza,
teniéndose una y otro
en permanente entrega
que por sí sola basta frente a todo.
Pienso que de igual forma
al leñoso vástago de mi vida
se halla enlazado el amor,
pues, como en un ara la llama votiva
o en el lecho de amapolas
la dormida frente de Mayo,
así lo decretó Naturaleza
y los ha hecho inseparables,
en ofrenda sin fin
a los hados de una diosa propicia.
Por eso han de florecer juntos
entre libélulas azules
de la juventud, mientras
la savia los abraza
con único latido,
o crepitar sellados
dentro de su urna otoñal,
o para siempre hundirse,
a través de un sangriento crepúsculo,
en el mar de la noche al mismo tiempo.
lunes, 4 de noviembre de 2019
POETAS ROMÁNTICOS INGLESES : CANTO XXIX
Déjalos. No hagas caso de hombres
de ávida mirada que te desnuda,
porque el amor en ellos no es
más que un lazo de sudorosa carne,
y la medida que poseen
para enjuiciar todas las cosas
usa como balanza obsesiva
al sobado dinero, como si fueran
tasadores expertos, aunque ignorantes
de la indigencia en que sepultan su alma.
Olvida la tirantez de las mujeres,
su tonillo burlón, su vulgar
escrutinio, disfraces todos ellos
con que desfigura la envidia su fealdad,
y piensa que por desgracia
en el jardín que llevan,
creado para vaso de dulzura,
han prosperado los ofidios
y las podridas plantas
del atroz desengaño rencoroso.
Ninguno será jamás digno de ti,
pues son incapaces de comprender
la poesía, la belleza les parece
un insulto, la distinción
un permanente agravio
a la satisfecha mediocridad
de sus estómagos... y ni un ápice
de sensibilidad vas a encontrar
que, cual cómplice tuyo,
sea tu fuerza en los días y las noches.
Yo sé bien que tú no naciste
para el arado camino de los seres
innobles, que tu esencia alentó
como el sublime despertar de una rosa
y que en tu beso inmóvil no hay conchas
de impureza, ni ángel de óxido
en tus pupilas, ¡oh, hermana!,
y afirmo que tus oídos no fueron condenados
al necio griterío del mundo enfermo
sin tener la esperanza de escucharme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)