"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
sábado, 22 de febrero de 2020
EL TIEMPO
¡Mal hayas, terco y envidioso viejo
que abrevias cursos a las alegrías
y alargas horas a las agonías,
siempre nublando nuestro humano espejo;
mal, pues de nieve y avidez parejo
llevas la cuenta de totales días,
de meses, años, siglos, y te guías
de tu sola crueldad por el consejo!
¡Qué inútil e infecundo suplicarte,
qué necedad sin límites pedirte,
qué superfluo con lágrimas rogarte!
¡Y triste amor, que anhela persuadirte
de que quieras un punto retrasarte
para que más lo azotes por huirte!
sábado, 8 de febrero de 2020
POETAS ROMÁNTICOS INGLESES: CANTO XXXII
Torquato Tasso (1544 - 1595) fue un poeta italiano nacido en Sorrento. Era hijo del también poeta Bernardo Tasso y pasó su infancia en Nápoles y en Roma, educándose primero con los jesuitas y después con un preceptor particular. Más tarde cursó estudios de Derecho en Padua y en Bolonia, que abandonó para dedicarse por entero a su vocación literaria. En 1565 fue invitado como poeta cortesano a la residencia de Alfonso II de Este, duque de Ferrara, ciudad en la que permanecería durante 21 años. El talento de Tasso alcanzó su cima en ese tiempo: compuso numerosos poemas de amor, un notable drama pastoril ("Aminta") y, sobre todo, "La Jerusalén libertada", gran poema épico en octavas reales acerca de la Primera Cruzada, obra que le obsesionó durante el resto de su vida y por la que ha pasado a la posteridad.
Pero, a partir de 1574, coincidiendo con el final de la composición de su epopeya, Tasso comenzó a sufrir serios síntomas de desequilibrio mental: manía persecutoria, depresión y accesos de insensata violencia, llegando incluso a agredir a los servidores de la casa de Este. Compareció varias veces ante el Tribunal de la Inquisición, que quería examinar si "La Jerusalén libertada" se ajustaba a las normas y principios de la Contrarreforma. Los escrúpulos de conciencia hicieron mella en el torturado espíritu del poeta, que acabó por no saber gobernarse a sí mismo. El duque de Este lo hizo detener y recluir en el hospital-manicomio de Santa Ana, penosa prisión en la que yació durante siete largos años, entre 1579 y 1586.
Puesto en libertad por mediación de su amigo Vincenzo Gonzaga, Tasso pasó los últimos años de su vida errando por toda la península italiana, residiendo en varios lugares, pero sin establecerse en ninguno, dependiendo cada vez más de la beneficencia de los conventos y padeciendo un continuo deterioro físico y mental. Acogido por caridad en el convento de San Onofre, en Roma, la muerte cerró sus ojos a la edad de 51 años.
La angustiosa peripecia vital de Torquato Tasso ha servido de inspiración a diversos artistas, entre los que cabe destacar al pintor Delacroix, a los músicos Donizetti y Liszt, y a los escritores Goethe, Baudelaire y Byron. Este último compuso el poema "Las lamentaciones del Tasso" en 1817. Se trata de una obra extraordinaria, en la que el poeta inglés se mete en la piel del prisionero acusado de loco y expone de forma conmovedora sus sentimientos. Byron se permite dos licencias fundamentales: la primera, declarar que "La Jerusalén libertada" fue escrita durante el cautiverio de su autor, lo cual no es cierto, pues se había compuesto unos años antes; y la segunda, más sugerente, pretender que el verdadero motivo de la reclusión era el amor que Tasso sentía por Leonora de Este, la hermana del duque Alfonso, una pasión que la aristocrática familia consideró ofensiva hasta el punto de decidir apartar de su vista al enojoso poeta.
"¡Cuán amargo es el poso que dejan
largos años de prueba y cautiverio!
Vinimos a este lugar de expiación
a purgar nuestras culpas -se dice-,
pero algo en mí no quiere acatar
designio tan injusto...
Escucho por doquier gemidos
e imprecaciones, pues la avaricia
y el afán de dominio, que el hombre
siempre está dispuesto a ejercer
sobre otros hombres,
restallan como latigazos
sobre deshechas carnes maceradas.
Aún debo dar gracias al Cielo,
que al llenarme de tu amor
no ha permitido que mi corazón
claudicase de odio ni se pudriera
con el veneno del resentimiento.
En medio de su encerrada tiniebla,
el espíritu puede sentirse rebelde
y la causa para no desfallecer
y hacerse digno habitante
de mazmorras es sólo tu presencia
en él, generoso Ángel mío.
Tú le has encomendado
una labor, un propósito
radical y perdurable: a ti torna,
en herboso manantial de poemas.
Por lo tanto, mis ojos
ya no han de condenarse en la miseria,
teniendo un firmamento
donde alzar la anhelante mirada.
Y aunque desde mi celda
observe apenas unas pocas estrellas,
diminutas en la negrura, ¿acaso
importa mucho, conteniendo
en mi pecho el encendido
rubí de tu música perenne?"
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