sábado, 5 de agosto de 2023


Entre historia y leyenda.

Sin contar antecedentes aislados de mayor antigüedad, los restos de asentamientos humanos más vetustos que se han encontrado en Grecia proceden del Neolítico y datan de algo más de 3.000 años a. C. Estos restos permiten aventurar que el territorio griego fue primeramente ocupado por pueblos marítimos procedentes del litoral asiático y de las islas del mar Egeo.
Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos del británico Evans y de sus continuadores parecen indicar que la primera gran civilización europea se produjo en la isla de Creta, entre los años 2100 (o incluso antes) y 1200 a. C. Se la ha llamado "minoica", en recuerdo del legendario rey Minos, y tuvo sus focos principales en las ciudades de Cnosos y Festos. Los cretenses se dedicaban a la navegación y al comercio, y fundaron colonias en las islas del Egeo, en Asia Menor y en la propia Grecia. No se sabe con exactitud cuál fue la causa que motivó el fin de la cultura minoica. Algunos historiadores hablan de una catástrofe natural (terremoto, erupción volcánica), mientras que otros señalan que pudo ser la conquista por parte de un pueblo venido del norte: los aqueos.
Hacia el siglo XVI a. C., y de forma paralela a la cretense, se inició en el Peloponeso, en torno a las ciudades de Micenas, Argos y Tirinto, otro foco de civilización, la "micénica". Sus habitantes, llamados "pelasgos", eran gentes venidas a través del mar, aunque se discute si su origen se encuentra en el Asia Menor o en Creta. Según otras hipótesis, se trataría de los primitivos pobladores de la península helénica, evolucionados al contacto con otros pueblos. Si bien no tan floreciente como la minoica, la cultura micénica se desarrolló en el sur de Grecia durante unos trescientos años.
Poco antes del 1200 a. C. tuvo lugar la invasión de los aqueos, que cayeron sobre Grecia procedentes de la región del Danubio, según la teoría de Ridgeway (o de Asia Menor, según otros autores). Poseedores de algunas armas de hierro, pero, sobre todo, de bronce, dominaron con facilidad las regiones de Beocia y Ática, así como las principales ciudades micénicas, cuyos tronos usurparon por la violencia. Los aqueos introducen en la Hélade la lengua griega en su forma primitiva y los dioses de una nueva religión, empezando por Zeus, los cuales se imponen a los cultos pelásgicos más antiguos, aunque sin extinguirlos totalmente. Su carácter belicoso y expansivo los impulsó a atacar Creta y otras islas del Egeo, hasta entrar en conflicto con la populosa ciudad de Troya, que desde su posición en Asia Menor dominaba el comercio con el Helesponto. Tras larga contienda, los aqueos destruyeron y saquearon la ciudad del mítico rey Príamo.
Pero la invasión de los dorios (1000-900 a. C.), última de las grandes migraciones que llegaron a Grecia, acabó con el breve dominio aqueo. Rudos y de rasgos célticos, los dorios procedían de Europa Central (o del sur de Iliria o el noroeste de la propia Grecia, si hemos de creer otras hipótesis), labraban asiduamente el hierro y, en opinión de algunos estudiosos, eran refractarios a mezclarse con las poblaciones indígenas. Conquistaron bastantes ciudades griegas, excepto en la región del Ática y en Arcadia, e hicieron del Peloponeso su principal bastión. Con su llegada, el griego, que adoptaron sin reservas fusionándolo con sus propios dialectos, pasó a convertirse, con ciertas variantes, en la lengua común. Robert Graves mantiene que también se adueñaron de las creencias religiosas y de los mitos helénicos preexistentes. En el siglo II d. C., Pausanias interpretó que la "invasión doria" no fue sino el retorno de los Heráclidas (descendientes del semidiós Heracles) a la tierra de la que habían sido injustamente desposeídos.
Así pues, en torno al siglo X a. C. la población griega puede considerarse definitivamente asentada, comprendiendo algunas de las principales variantes de la raza mediterránea y también rasgos dináricos y alpinos.
Fuentes: "Historia de Grecia" (Hermann Bengtson).
Imagen: "Los griegos arrebatan a los troyanos el cuerpo de Patroclo", escena de "La Ilíada" según un grabado de John Flaxman (1793).