jueves, 10 de marzo de 2022


 La crisis de la República (II).

Cayo Mario fue elegido cónsul seis veces consecutivas (lo que era una irregularidad constitucional), pero su prestigio sufrió un duro golpe al asociarse con Saturnino, turbulento tribuno que acabó asesinado. En el año 103 a. C. fue promulgada la "Lex Apuleya de Maiestate", por la cual todas las ofensas al pueblo de Roma y a sus representantes se castigaban con la muerte. Esta norma sería empleada de forma abusiva tanto en los últimos años de la República como en el periodo imperial para liquidar a los enemigos políticos.
La reclamación de ciudadanía por los pueblos italianos federados con Roma unió durante cierto tiempo al partido conservador y al popular en la defensa de una causa común, que en este caso era el mantenimiento de la situación de privilegio de los nacidos romanos. Después de tres años de guerra social (90-88 a. C.), la cuestión quedó zanjada con la concesión de la ciudadanía a toda la Italia situada al sur del Po. Pero un nuevo asunto, la designación del mando militar contra Mitrídates, rey del Ponto y enemigo de la expansión romana en Oriente, iba a enfrentar de nuevo hasta el encono a los dos partidos de la República. Mitrídates ya había sido derrotado por Lucio Cornelio Sila, gobernador de Cilicia, en el año 92, pero en 88 instigó a las ciudades griegas a asesinar a todos los residentes romanos.
Sila, cónsul a la sazón, fue elegido general en jefe de las fuerzas contra Mitrídates con el voto conservador, pero el tribuno Sulpicio hizo aprobar una ley que transfería el mando a Cayo Mario. Sila no se conformó y, haciendo volver grupas a su ejército, marchó sobre Roma. En la batalla librada ante las puertas de la ciudad los populares fueron derrotados, Sulpicio condenado a muerte y Mario puesto en fuga. Sila desembarcó luego con sus legiones en Grecia, que se hallaba ahora en poder de los generales de Mitrídates. En Roma, mientras tanto, Cinna fraguó un golpe de Estado que repuso a Mario en el poder, el cual, después de reprimir y eliminar a todos los simpatizantes de Sila, fue elegido cónsul en el año 86, aunque murió al poco tiempo de tomar posesión de su cargo.
La política del partido popular fue continuada por Cinna y Carbón, que trataron de desposeer a Sila de su mando en Grecia sin conseguirlo. Cinna reunió incluso un ejército para marchar a combatir a Sila; sin embargo fue asesinado en un motín (84) y Carbón asumió entonces la jefatura del partido. Sila entretanto, después de haber ocupado Atenas y derrotado a los generales pónticos en Queronea y Orcómeno (86), firmó un pacto con Mitrídates (84) y pudo volver a Italia desembarcando en Brindisi con cinco legiones (83) que se apoderaron de la región de Campania. En el año 82, tras derrotar al cónsul Mario el Joven en Praeneste y a Carbón en Etruria, entró en Roma en noviembre y desbarató a un ejército de 40.000 samnitas en la Puerta Colina.
Lucio Cornelio Sila, ya sin rivales, fue nombrado "dictador" por tres años (81-79). Usando de los poderes especiales que tal decreto, confirmado de antemano por el Senado, le confería, proscribió y persiguió a muerte a todos sus contrarios, desatando una ola de terror. Sus leyes limitaron los poderes de los tribunos y de los comicios, y aumentaron los del Senado al implantar de nuevo su derecho al veto legislativo y al nombramiento de los jueces. Prohibió también a los cónsules y pretores simultanear sus funciones con el ejercicio del mando militar; concedióles, sin embargo, el gobierno de provincias a la terminación de su mandato. Finalmente, estableció un número de tribunales ("quaestiones perpetuae") para el proceso de determinados delitos. Muerto Sila en el año 78 se abrió otra vez un periodo de agitación social en Roma, pero una generación de nuevos políticos hizo su aparición en la escena. Los nombres de Craso, Pompeyo, Cicerón y, sobre todo, César iban a sonar por mucho tiempo en los años decisivos de la República romana.
Fuentes: "Historia de Roma" (Theodor Mommsen). "Decadencia y caída del Imperio Romano" (Edward Gibbon).
Imagen: Busto de Lucio Cornelio Sila (138-78 a. C.)