"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
miércoles, 20 de febrero de 2019
POETAS ROMÁNTICOS INGLESES: CANTO XXVII
Yo no descubría el continente de los mirtos,
el país de las dalias, que exhalan
su perfume como un beso, de las
selvas susurrantes y de los vírgenes
manantiales, henchidos con acuática
linfa de plata, donde las abejas
labran su rubio esplendor
y los corderos descansan
del prolongado viaje que les lleva
hacia el Sur, hasta el momento
en que mi vista lo halló
a fuerza de buscarte a ti, Vida mía.
En él, las noches componen poemas
con tinta de luna y el horizonte
se pierde entre el púrpura del mar,
manteniendo el ensueño
de dulces pensamientos, que vuelan
más allá de sí mismos;
los buitres de los hombres
no encuentran ambición con que cebarse
y la lascivia de las tórtolas
ante los triunfos del coronado Amor
se repliega rencorosa;
allí la ubre de los sentimientos
mana con total libertad
y es hermoso incluso el dolor,
al gemir en el cielo más íntimo
como un gozne sombrío.
Ahora comprendo que solamente
cogido de tu mano era posible
penetrar en ese umbral supremo,
patria reservada por las Musas
para el afortunado que contemplara
tu verdadero rostro, y que nada
poseería mi corazón, salvo triste
desolación de llanuras de espino,
si no compartiera contigo,
a iguales partes y emocionadamente,
la radiante amplitud
que juntos contemplamos al querernos.
lunes, 4 de febrero de 2019
PUERTO DE LA CRUZ
Sobre la terraza del hotel, el olor
de la sal y de las sardinas asadas
fue lo primero que sentí.
Luego, las olas golpeando los acantilados
con una violenta inquietud
interminable.
Vi blancas columnas teutonas
plantadas en las arenas negras.
Recorriendo el paseo marítimo
los reclamos de los locales
molestaban un poco,
pero al fin y al cabo
eso en vacaciones no importa.
Como visires de lejanas selvas, los loros
se erguían en los atriles del fotógrafo.
Reconocí también la música:
con la quena
un par de intérpretes tocando
"El cóndor pasa".
Todo resultaba agradable
e insólito al mismo tiempo.
Tanto que ni siquiera me planteaba
escribir nada.
Total, ¿para qué?
Pues lo que permanece,
retomadas ahora mis rutinas,
es la sensación de que me hubiera
gustado no regresar nunca...
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