"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
domingo, 4 de diciembre de 2016
LOS DIEZ LEPROSOS
Con dulce acento y sanadora mano,
igual que un albo lirio,
el Señor alumbraba los senderos
del yermo palestino.
Nos cuentan los escuetos Evangelios,
de la misión testigos,
que multitudes sin pastor salían
al paso del Ungido.
Jamás volvió de pedernal el rostro
ante el ruego o el signo,
ni dejó de volcar sus bendiciones
sobre los peregrinos.
Encontró, cierta vez, a una decuria
de leprosos proscritos
que desde lejos y con fuertes voces
imploraban auxilio.
La dura ley que de Judá cumplían
forzaba su ostracismo.
¡Si brota de los hombres el repudio
el amar es divino!
Avergonzados del voraz estigma
se mostraban huidizos,
cubriendo con harapos la miseria
de los miembros pestíferos.
Pero un Verbo potente les ordena
acudir redimidos
ante los sacerdotes que en el Templo
celebraban concilio.
Las fieras costras que los maniataban,
al andar el camino,
se fueron desprendiendo, en un otoño
de pétalos malditos.
De todos ellos, un samaritano
solamente convino
en regresar adonde Dios al mundo
prestaba su servicio.
Cuando miró la ingratitud palmaria,
la escasa fe del siglo,
el grande y puro corazón de oro
velósele al Rabino...
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La ingratitud es uno de los más feos pecados que mancillan el mundo.
ResponderEliminarLa ingratitud es un veneno
ResponderEliminarque te hace invisible lentamente
dejándote sin existencia...excelente tus letras Rafael, beso
Así es, un veneno de lo más ponzoñoso. Besos.
EliminarHermoso. Necesario en esta época de poca piedad y poca fe. Gracias, Rafael. Un abrazo.
ResponderEliminarLo cierto es que hay pecados que no cambian nunca. Gracias a ti.
EliminarAsimismo considero que hasta el alma se enferma. Va a ser un placer leerle.
ResponderEliminarLo importante es dar con la medicina adecuada. Gracias por tu acogida.
EliminarCada hombre es un poema.
ResponderEliminarSí, es verdad.
EliminarLo más hermoso. es agradecer. La ingratitud mata el alma a escondidas.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Y todos tenemos que estar agradecidos a alguien.
EliminarEstupendo, genial, como siempre. Ayer, en Infantes te recordamos. Hablé con Juan. Un saludo y deseando el encuentro.
ResponderEliminarMuchas gracias. No pude asistir a la presentación de "Quevedalia", pero me habría encantado.
Eliminar¡Excelente escrito!
ResponderEliminarUn agrado leerte Rafael, saludos poeta.
ResponderEliminarY un agrado igual para mí estar en el grupo.
Eliminarmuy bonito poema religioso, algo en lo que no te prodigas
ResponderEliminarGracias, Julia. Si no lo hago más es porque no es lo mío.
Eliminarpero escribes con gran sentimiento como haces siempre
EliminarHace años que escribí este poema y por entonces tenía más fe que ahora, eso es todo.
EliminarBello poema, gracias por compartir.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarNo siendo creyente este poema no me dice gran cosa, aunque lleva tu sello personal como todos los tuyos.
ResponderEliminar¿Y no será la flaqueza en la fe o incluso la falta de ella otra muestra de ingratitud? Y esto lo digo también por mí, Roberto.
EliminarPreguntas como esa dejé de hacérmelas, no llevan a ninguna parte.
EliminarEs cierto, sólo conducen a más preguntas...
EliminarLa dura ley que de Judá cumplían...
ResponderEliminarlos pueblos antiguos no tenían otra forma de proceder contra las enfermedades infecciosas...
ResponderEliminarSeguro, amigo, pero lo que me interesa del episodio es el escaso reconocimiento hacia alguien que se atrevió a ir contra la corriente.
EliminarGrande, Rafael! . Solo tú puedes conciliar con excelsa belleza, el legado bíblico y el poema.
ResponderEliminarMe ha encantado!
Abrazos de poeta a poeta.
Pues no es fácil esa conciliación... pero me alegro de que te guste. Un abrazo.
EliminarSencillamente hermoso sentir y verdadero, en tan bellas palabras.
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo, por tu comentario.
EliminarUn aplauso, por esas letras tan hermosas.
ResponderEliminarGracias una vez más por el aplauso y por volver a mi página.
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