martes, 5 de agosto de 2025


Puede decirse lícitamente que todo cuanto el hombre hace, individual o colectivamente, tiene algo de histórico. Sin embargo, los hechos resultan tanto más "históricos" cuanto más hayan trascendido y mayores repercusiones se deriven de ellos. Sobre esta base, los historiadores suelen acotar una determinada zona geográfica, una etapa cronológica o ambas cosas a la vez para desarrollar sus estudios.

Ahora bien, la elección del contenido de la Historia, es decir, optar por ciertos aspectos que nos ofrece la realidad humana del pasado y prescindir de otros, siempre comporta para el historiador un riesgo de parcialidad. Quizá, más que un riesgo, constituye una servidumbre inevitable, porque sería imposible elaborar una historia comprensiva de todo cuanto forma parte de la vida del hombre.
Además, cada época tiene su propia forma de enfocar la Historia, su criterio de selección respecto a lo que debe ser historiado. Durante muchos siglos perduró la idea de que lo fundamental eran los "hechos": reinados, acontecimientos políticos, batallas, fechas concretas. A partir de 1900 se fue abriendo paso el concepto de "historia institucional", en el que lo más digno de resaltar son las formas de gobierno, los equilibrios de poderes y las leyes fundamentales de los Estados. Al final de la primera guerra mundial se impuso la denominada "historia de la cultura": desde este punto de vista, la ciencia, la religión, el arte, las ideas y las costumbres son tan importantes, o más, que la crónica de los acontecimientos. Después de la segunda guerra mundial hizo furor la idea de una "historia estructural", basada en el estudio de las magnitudes socioeconómicas y en el método del análisis estadístico, según la cual la evolución de los precios agrícolas o industriales, o la demografía de un país, están por encima de los hechos, las ideas o las instituciones. Por último, en torno a los años 70 del pasado siglo, sale a la luz la noción de "historia integral", como un intento de comprensión unitaria de cada época del pasado conjugando los aspectos ideológicos, políticos, sociales, económicos, institucionales, ambientales, etc. Esta corriente de los estudios históricos, que se originó en Francia y en Alemania, es la que predomina en la actualidad.
Por poner un ejemplo clarificador de lo que venimos exponiendo, el llamado "Motín de Esquilache" (1766) es al mismo tiempo un acontecimiento político (revuelta contra un ministro), ideológico (oposición al reformismo del siglo XVIII), social (nobleza contra burguesía) y económico (carestía de precios de los productos básicos). Así, unos factores ayudan a comprender otros, y es preciso tenerlos en cuenta a la vez. Se trata, en definitiva, de la más adecuada manera de abordar el conocimiento de la Historia.
Fuentes: "Historia de España Moderna y Contemporánea" (José Luis Comellas, Universidad de Sevilla).
Imagen: "La rendición de Granada", cuadro de Francisco Pradilla pintado en 1882.