jueves, 24 de mayo de 2012

ROMANCE OTOMANO




Bajo arcos de herradura
el opio de los narguiles
llena el agua, en las piletas,
con irisados anises.
Se escucha, entre los arriates,
silabeo de flautines,
mezclado con blandos trinos
y risas de las huríes.
Gran poder ejerce el Turco,
en Constantinopla insigne,
sobre vida y sobre haciendas,
sentando la mano firme.
A los discretos eunucos
no les importa un ardite
si lúbricas concubinas
ante el Bajá se desvisten.
Una cautiva cristiana,
flor en dorados perfiles,
después de la torpe orgía
lava su cuerpo de esquife.
Tocan sus dedos un peine
que, luminoso, despide
filos o rayos de seda,
con brillar indefinible.
Ya se cansó de esperar
con su rescate el desquite.
Armas de mujer hermosa
más logran cuanto más libres.
Al comandante jenízaro,
violando deber de sílice,
lo hizo a cambio de sus besos
volver el serrallo mimbre.
Y esta luna desvelada,
desde murallas hostiles,
ve galopar dos corceles
con rosa negra en las crines.
Al conocerse la huída,
el asombro, incontenible,
se desborda en bayaderas,
en esclavos y visires.
Mas el Sultán, furibundo,
soberbio alfanje se ciñe;
y tras la rubia paloma
echa a volar sus neblíes...